La eutanasia con 28 años y depresión
La actualidad hierve con los interrogantes y las controversias ligadas a la eutanasia. La práctica de la eutanasia y el suicidio asistido afecta a una pequeña minoría, pero interesa a una gran mayoría de la ciudadanía. A muchas personas el miedo a un sufrimiento insoportable les da más miedo que la propia muerte. Esta inquietud les lleva a defender la idea de que, en determinadas circunstancias, es legítimo poder decidir la forma y el momento de morir. Pero no todo el mundo lo ve de la misma manera, y de ahí la polémica ideológica.
Pese a los desacuerdos, en sociedades liberales, plurales y secularizadas, donde la autonomía ha adquirido un papel fundamental, ya no hay forma de sortear el debate público sobre la disponibilidad de la vida. Esta semana ha sido el gobierno de Emmanuel Macron quien ha presentado un proyecto de ley para permitir la muerte asistida. La presentación del esbozo de la “ley de fin de vida” ha levantado polvareda en Francia, y se ha mezclado con el polvo de los Países Bajos, que fueron el primer país del mundo en despenalizar la eutanasia, en el 2002. Se ha hablado estos días porque Zoraya ter Beek, una chica neerlandesa de 28 años con problemas de salud mental, ha logrado que se le autorice la eutanasia.
La noticia ampliamente difundida de la chica holandesa a la que en mayo practicarán la eutanasia pese a sufrir una depresión grave, autismo y un trastorno límite de la personalidad, ha alcanzado popularidad gracias a las redes sociales, pero éste no es un hecho excepcional en su país. Según el último informe anual de los comités regionales que revisan la aplicación de la ayuda a morir, en 2022 en los Países Bajos se practicaron 115 eutanasias a personas con trastornos de salud mental, de las que 28 tenían menos de 30 años, y 288 a personas con demencia.
La legitimidad de la aplicación de la eutanasia cuando existen problemas de salud mental genera mucha controversia, porque es más difícil evaluar si la decisión es autónoma, medir el nivel de sufrimiento o determinar la irreversibilidad de la enfermedad. Por eso hay países que cierran el paso a las peticiones de eutanasia de personas con algún trastorno de salud mental. La ley española no excluye propiamente la salud mental del acceso a la eutanasia y eso, evidentemente, tiene riesgos, pero puede generar situaciones de desigualdad e inhumanidad.
La primera obligación de la medicina es conseguir que las personas no lleguen a situaciones que sean peores que la muerte, pero a veces, a pesar de todos los esfuerzos, esto no es posible. En estas situaciones, que siempre debemos ver como situaciones “excepcionales”, es difícil negar la legitimidad de la eutanasia o el suicidio asistido. Las personas con problemas de salud mental deberían tener el mismo derecho en la prestación de la ayuda a morir que cualquier otra persona, si se encuentran en esta situación "excepcional". Sin duda, ante la complejidad habrá que extremar la prudencia en la evaluación de su competencia, para que la práctica de la eutanasia se lleve a cabo con garantías y responda verdaderamente a criterios de humanidad.