Exhibir a 'mi' mujer
Imaginaos por unos instantes que vuestra pareja decide haceros fotografías o vídeos sin deciros en nada, mientras estáis por casa, vestidos, desnudos, cocinando, en el baño, en la ducha e incluso manteniendo relaciones sexuales. Y comparte este material en una plataforma con otros usuarios desconocidos (incluso quizás algún conocido). De repente, un día os enteráis de que vuestra imagen se ha compartido entre miles de hombres y a ti te han convertido en un objeto sexual, como si te hubieran expuesto en un mercado. Nadie te ha pedido permiso para utilizar tu imagen, ni tu cuerpo ni a ti. Aquel con quien llevas años compartiendo vida y en quien confiabas ha decidido mostrarte al mundo a través de una plataforma cargada de comentarios sexualizantes y denigrantes, y te ha convertido en una especie de producto propio o un trofeo (aquí entra en juego una demostración de virilidad). De repente, eres una cosa suya, y no te han tenido en cuenta en ningún momento. Se trata de una forma de mostrar poder, en un lugar compartido, con un lenguaje común que lo vincula. Estamos ante un espacio de pertenencia y complicidad masculina en el que se refuerzan las conductas y con un impulso común que hace que cada vez se transgredan más límites.
Esta violencia la hemos visto estos días a raíz del caso Mia Moglie —durante seis años, Mia Moglie ("mi esposa", en italiano) fue un grupo público de Facebook en el que hombres publicaban fotografías de sus parejas, sin que ellas hubieran dado su consentimiento— en una clara forma de machismo digital. El espacio virtual se ha convertido en una extensión del patriarcado, porque estas plataformas no son espacios neutros, sino que reflejan y replican las relaciones de poder existentes creando nuevas formas de dominación y control. Desgraciadamente, no se trata de un caso aislado y los que se congregan ahí tampoco son hombres con trastornos mentales. Según la ONU, el 73% de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia online en Europa y muchas denuncian que las instituciones y las plataformas no responden con la contundencia necesaria.
La dinámica grupal de esta masculinidad violenta acaba generando un efecto desresponsabilizador (si todos lo hacen, yo también y no pasa nada) y a la vez desinhibidor (se llevan a cabo comportamientos machistas, que a solas o en su vida "real" probablemente no harían nunca). Y mientras exponen completamente a sus parejas, ellos se esconden tras el anonimato de las redes. ¿Y cómo ocurre todo esto? Deshumanizando a la otra, disparando directamente a su dignidad. Cosificándola, convirtiéndola en un objeto sobre el que tú decides. Sin tener en cuenta ni por un segundo el impacto que esto va a tener en ella, que es muy elevado, porque el anonimato, el alcance masivo y la inmediatez hacen que estos ataques sean altamente lesivos (y generen angustia, depresión, afectación a la identidad o imagen social e incluso riesgo de suicidio).
Estamos hablando de hombres socializados en el machismo que se sienten legitimados para cometer estos delitos como la vulneración a la intimidad de sus parejas, refrendados y reforzados por otros hombres que también hacen lo mismo.
Y aquí hay otro elemento clave en todo esto, la complicidad de los otros hombres, el eje del patriarcado. Una masculinidad que se aprende en el día a día, con actitudes colectivas que se toleran y sobre todo con unos silencios que refuerzan. Porque callar, validar y conocer y no actuar, refuerza. Hay que cuestionar la masculinidad hegemónica y buscar modelos alternativos. Acabar con la normalidad cotidiana que se produce por ejemplo en conversaciones entre amigos donde se valora si la chica con la que estuviste la pasada noche era lo suficientemente guarra o no, grupos de WhatsApp donde se pone nota al cuerpo de las compañeras, envío de clips de porno mainstream que denigra a las mujeres, aprovechar el estado de embriaguez de una mujer para tener relaciones sexuales con ella o normalizar anuncios en las redes sobre cámaras espía para grabar a las mujeres sin su consentimiento. Todo ello provoca que el umbral de tolerancia frente a las actitudes machistas baje y se normalicen cosas que no son normales. Hay que desmantelar esta masculinidad heteropatriarcal tan violenta y construir nuevos modelos de masculinidad para aquellos hombres que están dispuestos a asumir un compromiso activo, porque como decía bell hooks: "Los hombres pueden amar, pueden dejar de hacer daño, pero no lo harán si no están dispuestos a cuestionar la masculinidad que han aprendido".