Felipe González, por el cambio

El otro día, un votante del PP de toda la vida (y cuando digo de toda la vida quiero decir de toda la vida del partido, desde 1977, cuando el partido fundado por seis exministros de Franco se llamaba AP y sacó cien mil votos y un diputado en Catalunya) me decía: "Cuando yo era joven, Felipe era el demonio para mí. Ahora, en cambio, cada vez que habla estoy de acuerdo con él al 100%”. Pues no hay más preguntas, señoría.

En realidad, González los tuvo a todos bien engañados: levantó el puño pero desvinculó al PSOE del marxismo; dijo que "OTAN, de entrada no" y acabó pidiendo el sí, y acompañó a la puerta de la cárcel a su ministro del Interior y a su secretario de estado de Seguridad, condenados por secuestro y malversación en un caso de terrorismo de estado. Su eslogan favorito fue "Por el cambio". Para cambio, el suyo.

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Con esta trayectoria, no es de extrañar que González haya dicho ahora de la amnistía que "la ponente [del TC] que ha hecho esta basura no sabe de qué va". Es verdad que Sánchez (ni Illa) no querían la amnistía, pero después vinieron los resultados electorales y tuvieron que hacer "de la necesidad, virtud". Y una cosa es esto (se llaman mayorías democráticas) y otra es considerar, como hace González, que la amnistía es un acto de "corrupción política".

Felipe ha dicho también que no piensa votar a este PSOE. En eso coincide con esos dos cargos suyos condenados por los GAL, Barrionuevo y Vera, que han firmado un manifiesto contra Sánchez acusándolo de "grave degradación institucional" y pidiéndole que se vaya para "restituir el honor del partido". Hay que tener estómago para haber trabajado para los GAL y salir a dar lecciones de honor y de degradación institucional.