Felipe VI se alinea con la España negra
BarcelonaSobre la polémica surgida alrededor del gesto de Felipe VI de no levantarse al paso de la espada de Bolívar en el acto de toma de posesión del nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, hay dos hipótesis. La primera es que fue un acto plenamente consciente con el que el monarca español quiso mostrar su oposición tanto a la figura del artífice de las independencias latinoamericanas como al discurso anticolonial y antirracista que actualmente simboliza esta espada. Tanto Unidas Podemos como la triple derecha (PP, Vox y Cs) coinciden en otorgar un valor diplomático al gesto. Los primeros al criticarle y exigir una rectificación, y los segundos al defenderle. Hay que subrayar que, si así fuera, el rey se habría extralimitado en sus funciones, que se tenían que limitar a una presencia protocolaria para mostrar su respeto al nuevo presidente y no hacer ningún acto con significación política o que pudiera ser interpretado como un desaire diplomático.
La segunda hipótesis, sin embargo, es que el rey no quiso mostrar ningún posicionamiento ideológico con su comportamiento, y que simplemente se quedó sentado porque la presencia de la espada fue improvisada y, además, no es ningún símbolo constitucional al cual se tenga que rendir homenaje. Esta es la tesis que defiende el PSOE, que afana en quitar hierro a la polémica y acusa a sus socios de querer marcar perfil.
El problema para el PSOE es que, desde el momento en el que la derecha ha salido en defensa del gesto del rey y lo ha justificado denigrando la figura del nuevo presidente colombiano por ser de izquierdas y por su discurso anticolonial, ahora ya no puede hacer ver que no ha pasado nada y que se trata de un gesto “intrascendente”. La trascendencia o no de un hecho lo otorga, entre otras cosas, el eco que tiene y las lecturas que de él se hacen. Si el PSOE considera que el rey no quería ofender a su anfitrión, entonces el que tiene que exigir a la casa real es un comunicado en el que se aclare que en ningún caso el gesto de no levantarse se tiene que interpretar como un acto de rechazo a la figura de Bolívar y, por extensión, a todos los gobiernos latinoamericanos que se sienten herederos de él. Si no lo hace, estará dando alas al discurso de la derecha y profundizando el distanciamiento entre España y sus ex colonias, las cuales, dos siglos después de su independencia, todavía esperan algún tipo de reconocimiento de las atrocidades que cometieron los conquistadores.
En el trasfondo de la polémica lo que radica es el enorme problema que tiene España con su pasado. De hecho, la derecha todavía defiende la teoría de que los españoles sacaron a los indígenas americanos de la miseria y les trajeron la luz y el progreso, cuando la realidad fue completamente diferente. En este sentido, Felipe VI actuó en consecuencia con la visión histórica de los sectores más conservadores, que por eso le aplaudieron con entusiasmo. En cambio, si se hubiera levantado habría mostrado una imagen de la monarquía más moderna y adaptada a los tiempos. Sin embargo, consciente o no, optó por alinearse con lal España más negra.