Fenómenos extremos

John Morales, un meteorólogo experto de la NBC, se puso a llorar mientras explicaba en directo la magnitud del huracán Milton, que se ha hecho tristemente famoso por su nivel de devastación. A menudo, cuando no podemos aguantarnos las lágrimas, pedimos disculpas. Probablemente deberíamos hacerlo para retenerlas y no soltar la angustia, la tristeza o la desesperación que conllevan situaciones que hacen llorar. John Morales pidió disculpas por no haber contenido la emoción. Hace años que ve cómo estos fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes, siendo angustia y frustración cuando, pese a advertir de los cambios que se están produciendo, no se está haciendo absolutamente nada para revertirlo. Morales lloró, no sólo de ver la magnitud de la tragedia que se avecinaba, sino de impotencia.

Apolo, enamorado de Cassandra, le otorgó el don de la profecía. Pero cuando Cassandra lo rechazó, convirtió ese don en un maleficio: sus pronósticos serían ciertos, pero nadie les creería.

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Mientras el gobierno de Biden advertía del peligro de no hacer caso de las recomendaciones y un jefe de la policía se dejaba de embudos y avisaba a los que siempre ponen en peligro la vida de los profesionales que, “si se quedan y son tan encendidos como para pensar que pueden resistir, escriban su nombre y el número de teléfono de un familiar en su brazo para que cuando los encontramos, sepamos a quién llamar”, Trump, que tiene el don de mentir, otorgado por él mismo y el su ego escabroso, escupía mentiras xenófobas, racistas y machistas sobre las ayudas prometidas por el gobierno o la candidata Kamala Harris. Todo para defender su candidatura basada en el odio contra la humanidad y el amor por las armas y su tofa hilarante. Que no quiere decir que los demás sean santos de mi devoción, dónde vas a parar, pero Trump, con la ayuda de secuaces como Elon Musk, extiende a EE.UU. el discurso que el gobierno controla el clima y que se han hecho llevar un huracán para ganar las elecciones. Todo esto está al mismo nivel de el abortar después de nacer, o del consumo de mascotas por parte de los haitianos que soltó al debate con Harris. Lo más desesperante, si puede desesperanzarse más, es que estos seres detestables están apoyados por millones de personas que aplauden sus mentiras. Si Trump gana las elecciones, dicen que el éxodo de estadounidenses puede ser histórico. Seguramente no tanto como la evacuación que ha provocado el huracán Milton, pero no hacen falta fenómenos meteorológicos extremos para que la gente huya asustada. Hay fenómenos políticos protagonizados por individuos, sean Trumps, Netanyahus, Orbáns o Putins, que son más devastadores que un huracán de categoría 5. Son la maldad con cargo y poder. Son los años 30 del pasado siglo en este siglo. En todo el mundo. En Europa, donde se ha entonado el hermosa ciao tras una proclama de extrema derecha, a la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola, no se le ha ocurrido otra cosa que pedir que se dejara de cantar por “respeto a esta institución”. Una institución en la que lo que se respeta es el fascismo, que ha extendido sus alas, ahora con Orbán cargando contra la inmigración, el mal siempre viene de fuera, que a su juicio aumenta la violencia machista y no respeta el movimiento LGBTI, como si él y su partido respetaran los derechos de las mujeres y los de los homosexuales.

No hay límites, ni en el clima ni en la política. Los actuales líderes mundiales están arrasando con todos los derechos que encuentran a su paso. El huracán es el cinismo. Sus egos son devastadores. Lloraremos, como John Morales y Cassandra. De impotencia. De perplejidad de pertenecer al mismo mundo ya la misma especie.