Semana política con el síndrome de coche escombra que tiene finales de julio. La actualidad se acelera para cerrar temas, ya sea en Barcelona, Madrid o Salamanca, como si la previsión de unos días de vacaciones tuviera que cambiar mucho la perspectiva del retorno cuando se estrene libreta.

Pedro Sánchez ha defendido su operación renuevo, con la que intenta, imperturbable, que el cambio de caras en su gobierno y la vacunación masiva le permitan abrir una nueva etapa más allá de la dureza de la gestión de la pandemia y el molesto pleito catalán. La Moncloa había decidido que el curso tenía que acabar mediáticamente con la fotografía conjunta de todos los presidentes autonómicos y el jefe del Estado. Una fotografía cortesía del pragmático Iñigo Urkullu, que una vez más ha intercambiado la foto por nuevas recaudaciones directas para la hacienda vasca. La ley inmutable de la política española es que los vascos siempre ganan y que nadie tiene el mal gusto de recordarles el fracaso de tantos años de terrorismo.

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El cambio de gobierno y la fotografía de familia pretenden desplazar la carpeta catalana del centro del debate político español ahora que se ha indultado a los presos. La Comisión Bilateral de la semana que viene y la mesa de negociación de septiembre serán el verdadero termómetro sobre si los indultos son el inicio o el final de la política de Sánchez respecto a Catalunya. Todo parece indicar que hoy la estrategia socialista pasa únicamente por la desinflamación y la negociación del sistema de financiación que lideran Valencia y las Baleares. Las grandes reformas tendrían que implicar una oposición que ahora mismo solo promueve la bronca con el gobierno con la aspiración de distraer del procesamiento del exministro de Interior y sus hombres por el espionaje al extesorero del partido.

Aval avalado

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En Catalunya la semana ha acabado con la aprobación del fondo complementario de riesgos para apoyar a los 34 excargos de la Generalitat encausados por el Tribunal de Cuentas por la acción exterior de la Generalitat entre 2011 y 2017. El aval ha servido para reiniciar la competición de Ciudadanos y Vox para ver quién es más rápido e intenso presentando querellas contra los servidores públicos, a pesar de la opinión del Consell de Garanties Estatutàries y la amplia mayoría parlamentaria obtenida.

Por el camino ha quedado en evidencia la rotura del sistema financiero con uno de sus principales clientes en Catalunya, la Generalitat. El miedo a la actuación judicial sumada a las presiones periodísticas y políticas sería la razón de la inacción de unas entidades que rompieron prácticamente la relación con el Govern en 2017. Una relación institucional que no se recuperó durante la presidencia de Torra, a pesar de haberse producido movimientos empresariales de gran magnitud, como la fusión de CaixaBank y Bankia.

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El paso adelante para avalar los servidores públicos lo ha hecho el Institut Català de Finances, que durante años ha intentado blindar su funcionamiento con la esperanza de obtener una ficha bancaria que es muy optimista pensar que se pueda obtener con la oposición política del gobierno y el regulador españoles.

Ante la imposibilidad de obtener el aval financiero, el president de la Generalitat y el conseller de Economía decidieron poner al ICF de aval de una operación que ha llevado al consejo de la entidad al límite y exigirá la renovación del órgano y, no se puede descartar, de su consejero delegado.

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La posguerra

El final de curso tardará más en llegar para los trabajadores sanitarios, que han visto como la quinta ola les desbordaba. En el umbral de la resistencia, parece que se estabiliza del mismo modo que la economía empieza a mostrar síntomas consistentes de recuperación. Los datos optimistas sobre crecimiento coinciden también con la fragilidad de muchos, a pesar de que la buena implementación de las medidas de los ERTE y el resto del escudo social han evitado una verdadera catástrofe.

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El agosto llega este año en un entorno de agotamiento general por los efectos de un pandemia que se alarga, que nos ha hecho vivir en una alerta permanente, que nos ha robado expectativas e ilusiones y nos ha puesto ante nuestra fragilidad. Una incertidumbre consustancial, que nunca tendríamos que perder de vista, pero que preferimos ignorar.

Nuestro entorno está lleno de personas cansadas, entristecidas, que han hecho frente a dificultades económicas o a la muerte de personas queridas, a la soledad y a la angustia, a jornadas de trabajo maratonianas. Poco a poco vamos saliendo del pozo. Durante unos días, sin reloj, en el mar, sin tantas horas de mascarilla y gel podremos hacer un paréntesis cada uno a nuestra manera. Queridos lectores, felices y merecidas vacaciones. Nos reencontramos dentro de unas semanas con las pilas cargadas para continuar haciendo el mejor trabajo del mundo.