La Flotilla, buenos y malos
La masacre y la destrucción material que ha perpetrado el ejército israelí en Gaza son tan enormes que ha cambiado en todo el mundo la percepción vigente sobre el Estado de Israel, creado después del Holocausto. Ha pasado de víctima a verdugo, se está suicidando, como escribió el genes sospechoso Thomas Friedman. Si esto es así incluso entre quienes siguen estando a favor de la existencia del Estado de Israel y de su derecho a defenderse, como será entre los que ya hace años que han hecho del pañuelo palestino el símbolo máximo del progresismo en su actividad política local.
Es el caso de Ada Colau y del vídeo que los comunes colgaron el domingo en la red. La cámara seguía a la exalcaldesa de Barcelona mientras caminaba sonriendo por el pasillo abierto en medio del gentío y era saludado, abrazado, besado, aplaudido, vitoreado y venerado a ambos lados. Era un vídeo personalista más de precandidata que de cooperante internacional en un drama de decenas de miles de muertos y millones de desplazados.
Estamos lejos de los tiempos en que Franco era "el amigo del islam" (lo encontraréis dicho así, literalmente, en el No-Do) y la oposición antifranquista formaba parte del "contubernio judeomasónico", mientras la izquierda iba a trabajar a los kibutz de forma voluntaria. Ahora la historia ha girado como un calcetín y una flotilla internacional sale de Barcelona para encararse con Israel, que es un encaramiento desigual con un final perfectamente imaginable, pero da igual, porque lo que cuenta es la intención. Y, horas después, la Flotilla vuelve a puerto por mala mar y las aclamaciones han dejado paso a la risa. Y en las aclamaciones y el hazmerreír se mezclan todas las pulsiones, que son la materia que utiliza la comunicación política hoy en día, necesitada constantemente de gasolina argumental en forma de buenos y malos.