El primer ministro francés antes de la votación de la moción de confianza de este lunes en la Asamblea Nacional.
09/09/2025
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Emmanuel Macron tenía que regenerar y transformar el escenario político francés, pero no ha podido evitar, en cambio, la profundización en la degradación del sistema, ni el pesimismo y el malestar que han alimentado y agrandado la extrema derecha más longeva de la Unión Europea. Con la caída del primer ministro François Bayrou, la crisis existencial francesa es hoy aún más incierta y la autoridad del presidente Macron, más débil. Este es el segundo gobierno que cae en menos de un año y el quinto primer ministro que Macron ha nombrado en solo dos años, y que tiene que irse por la puerta de atrás.

Las presiones presupuestarias le han costado el cargo a Bayrou. Pero solo era cuestión de tiempo.

La extrema izquierda y la extrema derecha se han unido contra las propuestas de recorte de gasto público de un gobierno condenado a la inestabilidad política permanente. La deuda pública francesa alcanzó el 114% del PIB a principios del 2025. Es uno de los endeudamientos más altos de la zona euro, solo por detrás de Grecia e Italia. Pero con un gobierno en minoría y una asamblea fracturada, con el objetivo prioritario de derribar a Macron, el presupuesto de Bayrou estaba condenado al fracaso. La escalada de movilizaciones sociales que tienen previsto paralizar el país en los próximos días añadía aún más dramatismo a la urgencia de una sesión que el gobierno ya sabía que tenía perdida.

Las redes sociales han viralizado un llamamiento a bloquear carreteras en todo el país este miércoles en un intento de movilización transversal que algunos comparan con los inicios de los chalecos amarillos. Pero, además, los sindicatos han convocado una huelga general también para el próximo 18 de septiembre.

La Francia periférica de "las clases populares sacrificadas", que describió el geógrafo Christophe Guilluy en un libro que permitía entender buena parte de la revuelta de los chalecos amarillos, sigue en tensión. Es el mismo malestar profundo y arraigado que estos años de crisis política han seguido alimentando. La pérdida de poder adquisitivo es hoy la primera preocupación de los franceses.

Consciente del desastre del último adelanto electoral, Macron está abocado a buscar a otro candidato minoritario mientras Marine Le Pen le reclama regresar a las urnas y figuras mediáticas del conservadurismo de Los Republicanos, como Nicolas Sarkozy y Thierry Breton, insinúan que quizás ha llegado el momento de dar la llave del gobierno a la fuerza más votada, y eso significa el Reagrupamiento Nacional de Jordan Bardella y Marine Le Pen.

En este escenario político roto, el país seguirá atrapado en una sensación de declive permanente. Y si la agenda francesa y la europea normalmente ya se retroalimentan, la inestabilidad del hexágono remata un verano que ha agravado aún más la debilidad de la UE. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que el pasado julio tuvo que superar una moción de censura, estrena esta semana el curso político ante una Eurocámara en pie de guerra. El acuerdo arancelario pactado con Estados Unidos a finales de julio ha sido recibido por una parte importante del Parlamento Europeo como la capitulación de una UE asustada por las coerciones económicas de Donald Trump. El liderazgo de Von der Leyen está cada vez más cuestionado y los vientos que soplan desde París pueden hacer saltar las alarmas de la movilización social en toda la Unión. El recorte del gasto social y el aumento de los costes en defensa seguirán tensionando las finanzas públicas de la zona euro mientras el campesinado no descarta protestas contra la ratificación del acuerdo comercial entre la UE y Mercosur. Y todo esto ocurre en una UE profundamente dividida, tanto en el seno de las instituciones como entre los estados miembros. Por primera vez, la estrategia de Von der Leyen de centralizar el máximo poder posible en sus manos se le puede girar en contra, porque la ha acabado situando en la primera posición de los reproches tanto de los grupos políticos como de algunas capitales. Esta debilidad hace, por ejemplo, que tanto la extrema derecha del grupo Patriotas –abanderado, en este caso, por Marine Le Pen– como la extrema izquierda de la Eurocámara estén preparando dos nuevas mociones de censura contra Von der Leyen para este otoño, que también están destinadas a fracasar pero volverán a poner en evidencia la debilidad de los apoyos que apuntalan a la presidenta de la Comisión.

Además, las declaraciones recientes de la alemana al Financial Times sobre "planes bastante precisos" para el despliegue de militares europeos en Ucrania y una "presencia estadounidense en el marco de una red de seguridad" le valieron una dura reprimenda. Trump la desmintió y el ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, insinuó que había hablado de más.

El otoño político europeo se puede complicar por momentos, pero el mayor desafío es la debilidad de liderazgos que tienen que gestionar las tensiones internas y externas que atenazan a la Unión.

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