Francia: cuando la barba de tu vecino...
El gobierno francés ha sido censurado por una mayoría de diputados en la Asamblea Nacional de Francia. El primer ministro, Michel Barnier, había sido propuesto por Emmanuel Macron y votado por la Asamblea a principios de septiembre. El gobierno ha durado tres meses exactos, el más breve de la V República, y es la primera vez desde 1962 que un gobierno es cesado así. La mayoría de 331 votos que ha censurado al gobierno de Barnier la forman diputados de los dos extremos del arco parlamentario: la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen y sus aliados; y la extrema izquierda de Francia Insumisa y sus aliados. No es posible volver a convocar elecciones legislativas hasta el verano, y ahora Francia tendrá, quizás, un gobierno aún más débil hasta nuevas elecciones.
En Francia, entre extremos va el juego. Y no se ha llegado a esta situación por casualidad. Es un proceso que lleva, como mínimo, una década de gestación, y dio un paso enorme en las elecciones presidenciales de abril de 2022, como ya habíamos discutido aquí. El principal motivo de la censura al gobierno ha sido la oposición de los dosf extremos a las medidas de contención del gasto público y recortes sociales, especialmente las que afectaban a las pensiones. Esto, cuando el gasto público en Francia en el 2023 supuso el 57% del producto interior bruto, el más alto del mundo conocido, superando incluso al de Cuba. Solo queda la duda de Corea del Norte, donde en el 2021 el gasto público todavía era el 61% del PIB pero estaba en pendiente descendente.
Francia cierra el 2024 con un déficit público del 6% del PIB y una deuda pública del 112% del PIB. El déficit público es superior al 4% de 2014, justo en el momento más intenso de las políticas de austeridad, y la deuda pública es ahora 17 puntos porcentuales más alta que una década atrás, ya que en 2014 era del 95% del PIB. Solo unos meses después se celebró el referéndum de julio de 2015 en Grecia, donde ganó la posición de rechazar la propuesta de rescate de la Comisión Europea, si bien el resultado del referéndum no se aplicó y hubo rescate. Pues bien, en ese momento Francia fue el país con reacciones más favorables (fuera del ejecutivo) al no del referéndum griego, encabezadas por el (entonces) Frente Nacional de Marine Le Pen y el (entonces) Frente de Izquierdas, liderado por el Partido Comunista y la Nueva Izquierda, donde destacaba Jean-Luc Mélenchon, que había sido ministro con el Partido Socialista entre 2000 y 2002.
Tanto Le Pen como Mélenchon sostenían que lo lógico era que Grecia abandonara el euro, porque veían en esta salida una oportunidad para la destrucción de la moneda única, paso crucial para recuperar soberanía nacional en las políticas económicas. Y una mayor soberanía fiscal permitiría evitar políticas de austeridad en el campo fiscal y políticas proteccionistas en el campo comercial. Grecia no salió del euro y Francia no recuperó soberanía fiscal completa. Pero el resultado fue como si hubiera pasado, como muestra el aumento del déficit público y de la deuda desde entonces.
Las rentas del pasado esplendor francés en los campos industrial y tecnológico están agotadas. Las políticas de la última década no han sido capaces de dar más flexibilidad a las estructuras de la economía francesa, rígidas e incapaces de adaptarse a un mundo con cambios tan acelerados como hemos vivido, y viviremos. El repliegue interno es la receta de los extremos políticos en Francia, que discrepan en muchas cosas pero coinciden en compartir un grado muy elevado de nacionalismo económico. Con la ilusión de que podrán aislar a Francia de los efectos de los cambios económicos globales, de que el proteccionismo nacional salvará puestos de trabajo y de que las cuentas públicas no tienen límite.
Macron fue elegido presidente de la República en 2017, y obtuvo una mayoría absoluta parlamentaria para su agrupación política en el mismo año. No tuvo éxito en flexibilizar la economía y disciplinar la hacienda pública, tareas muy imposibles en Francia, todo hay que decirlo. En 2022 Macron, reelegido presidente, pero con menos fuerza, obtuvo en las legislativas subsecuentes una minoría parlamentaria que, incomprensiblemente, debilitó adicionalmente en las elecciones sorpresa –y sorprendentes– del verano último.
Un gobierno débil pasó el testigo a un gobierno impotente, dependiente de Marine Le Pen para sobrevivir. Y el crédito solo ha durado tres meses. Ahora comienza la segunda parte del segundo mandato de Macron: un vía crucis por Francia en el camino de las elecciones presidenciales de 2027. En el camino, sin duda, unas nuevas elecciones que seguramente reforzarán la fuerza parlamentaria de los extremos. Y en 2027, unas presidenciales que muy probablemente ganará Marine Le Pen, como ya sugirió el resultado de las últimas presidenciales, en 2022. Todo esto, claro, si no se produce una situación práctica de crisis existencial en Francia, que puede generar cualquier resultado; incluso la superación de la V República.
Algunos países, especialmente en el sur europeo, deberían mirar con atención. Porque Francia siempre es mito y modelo. No hace falta señalar a nadie... porque es obvio.