Cuando hablamos de populismo (soluciones sencillas a problemas complejos, fake news, polarización...) siempre nos referimos a la derecha. Pero el populismo de la izquierda –el nuestro– nunca lo queremos ver, porque ya se sabe que los populistas, como los sucios, los idiotas, los equivocados, siempre son los demás.
Hay populismo voluntario y populismo involuntario. derechas es “fascista” ya es populista, al igual que lo es decir que alguien de izquierdas es “comunista”. Los de derechas hacen populismo con la inmigración (“Nos quieren tomar el trabajo y quieren que adquirimos sus costumbres”) ) y los de izquierdas con el machismo (“Cuando veo una agresión me avergüenzo de ser hombre, porque todos somos culpables”). de derechas no quieren controles de alcoholemia (“¿Me va usted a decir las copas que debo tomarme?”) y los de izquierdas prohibirían el alcohol (“Es necesario que las etiquetas de las botellas de vino avisen de que te puedes morir si bebes”). Para ridiculizar cualquier opinión sencilla de los de derechas, les llamamos “cuñados”. Para ridiculizar cualquier opinión sencilla de los de izquierdas les llamamos “quissoflauta”. Escribir esto ya es polarizar, porque hay gente y gente de derechas y gente y gente de izquierdas.
En público hablamos siempre del populismo de la derecha. Lo lamentamos. Y del populismo de la izquierda, en cambio, hablamos en privado. “Yo esto no lo diré en voz alta porque me van a matar en Twitter, pero...” ¿Cuántas veces hemos oído este inicio de frase en una cena? La derecha hace bromas gruesas mientras la izquierda está autopuniéndose por todas las culpas y errores desde el hombre de Neandertal (quiero decir, "la persona" de Neandertal). Ganan los cuñados porque es mejor soportar un cuñado grosero que soportar un tío ofendido.