Me dirá y os diré que este año que viene haremos una vida más sana, y que mañana (una vez liquidados los restos de Fin de Año) empezaremos el AG, que sería el 'Auster Enero, claro. Llámenlo así y proclamemos también que haremos un enero sin ninguna de las dos ges: ni Grasa, ni Graus. Pero digámonos, también, por favor, que este año próximo dejaremos el móvil un rato y leeremos (libros).
Ninguna excusa sobre el tiempo, la tranquilidad, la vida trafegosa. Vamos todos los días con el móvil a todas partes. En el inodoro con el móvil (desde fuera se oyen los ruiditos de los juegos), en el transporte público, por la calle, en los bares, haciendo cola al médico, en la caja del súper. Mientras esperamos a los hijos en la escuela, mientras decimos que los hijos utilizan demasiado el móvil. En clase, en el teatro, no hace falta ni decir que mientras vemos series (y los guionistas ya lo tienen en cuenta, que no estaremos del todo por ellos), mientras estamos viendo un monumento, un paisaje, mientras comemos un plato, mientras tomamos una copa, atando o trabajando (siempre).
No se puede leer (un libro) con el móvil al lado. Sumergirse (el verbo es exactísimo) es mucho más complicado, pide un entrenamiento (como el deporte, es difícil engancharse, es fácil despegarse). El placer es similar al que puede sentirse –inexplicable– por un vino, una comida, una piedra de hace 2.000 años. Cuando tienes un libro entre manos, lo tienes en la cabeza todo el día. Lo relacionas con todo lo que ves, lo que te pasa, quieres compartirlo. La complejidad del acto (convertir signos en un mundo), la sutileza del hecho narrativo (te describiré un paisaje, un sentimiento, con palabras justas y elegidas) hacen que los lectores, a la fuerza, sean más inteligentes, menos obvios que los que sólo consumen ficción o juegos en el móvil. Por eso, como decía el querido Emili Teixidor, la gente que lee (libros) es más guapa. Es que la mirada de los lectores (de libros) nada tiene que ver con la mirada bóvida de lo que pasa por el mundo sin leer (libros). Porque la inteligencia es muy, muy sexy.