Halloween con manga corta
Que el clima ya no es como antes solía no hace falta que lo tenga que decir un aguacero espantoso como el del País Valenciano, porque ya nos lo repiten las temperaturas, cada día, en cada rincón del mundo. Si nosotros celebramos la castañada en mangas de camisa, el Halloween de este año ha llegado a Washington en manga corta. No exagero: a las nueve de la mañana, entraban y salían becarios de la Casa Blanca con una chaqueta y para de contar.
Esta noche, los niños de los barrios residenciales de Bethesda, escoltados a distancia por el ojo vigilante de padres y madres, han pasado por las casas a ofrecergrito o confitcon la alegría de un atardecer de finales de verano, porque en Estados Unidos todavía no han cambiado la hora, lo harán el próximo domingo. Y porque aquí, aunque Harris ganará con comodidad, no se ven en el césped de la entrada de las casas ni una décima parte de los rótulos electorales que años atrás colocaban a los vecinos en apoyo de Kerry, Obama, Hillary Clinton o Biden, y, en cambio, siguen gastándose un presupuesto generoso en brujas hinchables, calabazas gigantes, lápidas de cementerio, telarañas artificiales, fantasmas, esqueletos y una iluminación que parece Navidad.
Lo que aún sostiene como siempre es la caída de la hoja y el cambio de color del arbolado. Alrededor de la capital, las aceras están inundadas de hojaldre que ya pasarán a recoger los mismos hispanos que vienen a quitar la nieve en invierno, y árboles que dicen "hasta el próximo año" con toda una exuberante paleta de verdes pálidos, amarillos, ocres, rojos, granates. Es tan bonito que dan ganas de aplaudir, emocionarse o ambas cosas. El próximo martes, que todavía hará bueno, ya vendrá la política con su prosa.