Hiroo Onoda y la sequía

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Hiroo Onoda.

Los catalanes somos japoneses. Sí... Vale... al menos un tipo de japonés. Éste: Hiroo Onoda. Lo conoce, ¿verdad? Es ese soldado del ejército nipón que no se rindió en 1945. Sí, chicos, la Segunda Guerra Mundial. Y aguantó 29 años luchando, sin desfallecer, en la isla de Lubang, en Filipinas. ¡Hasta 1974! Que le dijeron: tío, ¡basta! ¿Cómo? ¿Qué ocurre? Que la Guerra ha terminado hace años y cerraduras. Esto ocurre en Catalunya con la sequía. Banzai!

Estamos en la Lubang catalana. Más secos que un trapeador abstemio por prescripción médica. Pero ni idea, ni ganas. Cuando el otro día, el director de la Agencia Catalana del Agua, Samuel Reyes, dijo lo de “vivimos la peor sequía del siglo y hacemos como si no existiera en las ciudades”, muchos, como hasta los siglos de los siglos, amén, siguieron siendo un solo hombre: Hiroo Onoda fusil en mano. ¡No! ¡Resistiré! Ya puedes silbar si el asno no quiere beber ni ver. Quizá, como se dice, porque existen, que ven algunas duchas de gimnasios con ciertas restricciones. Que sí. Que más vale una axila urbana que toda la comida agrícola que se hace en Cataluña. Pudor, sí, nutrición, no. Adelante Hiroo Onoda catalán.

Mira que el soldado japonés era un subtinente que trabajaba por la inteligencia japonesa. Y allí, lustros dando vueltas a la isla. Disparando a palmeras y marsupiales. No surrender. La inteligencia es eso: creer que si ahora se caen cuatro gotas ya no habrá más sequía. Es el nostrat no se ha terminado la Segunda Guerra Mundial. Y los unicornios con heces de color rosa que no huelen mal y acabarán con el hambre mundial. Por eso, hasta los ateos catalanes piden, como petición de año nuevo, que llueva. Como si fueran feligreses de la Iglesia del Advenimiento del Cuarto Día Deshidratado. Ahora, algunos tienen fe en el cielo. Especialmente los infieles, los descreídos, los impíos de la naturaleza, de la realidad.

Ruegan hacia arriba todos estos que no creen ni en el de arriba, ni en los de abajo: su país, las personas, nada. Pero ahora, sí, que llueva, por favor. Creen en la esoteria, en la nube Kinton y en el amuleto del enano de la troposfera. Así confían en que se acabará el seco. Fótele, Hiroo Ola de la secta catalana. Todos rezando al más allá, invocando a cualquier ser divino. Pero claro, igual Dios no existe, pero seguro que no es burro. Y cuando debe ver a todos estos pallusos levantando los brazos hacia el firmamento y chillando, debe decir: que sois de animales. Dios no hace llover. Como la sequía va por hemisferios cognitivos. Especialmente cuando incluso cuando informan sobre la falta de agua no salen ni la mitad de los embalses de Catalunya. Sólo se ve a un país. Les suda todo. De ahí que necesiten agua por las axilas.

Los problemas de agua llevan años y cerraduras que están dedos y redidos. Poco se ha hecho. Sólo rezar cuando no se cree ni quiere creerse. Nada. Quieren hacer tortillas y pescar tortillas sin romper los huevos, ni hacer labrar los bueyes. La sequía es real, pero sobre todo mental. Neuronal. Demasiadas cabezas pensando en duchas y ni entender que todo se hace con agua en todo el país. Al final todos estos seres chupados, secados, despegando evaporados gemirán: “Ika Ta ITa Ere”. Así bautizaron a los nativos de la isla de Lubang en Onoda. Y esto significa: "El espíritu viviente de los muertos en guerra". Moribundo alimentándose de leche de coco, plátanos, vegetales. Y en 1974, cuando sólo con la orden de su comandante, acata dejar de luchar, el soldado entrega su espada, su fusil, balas, granadas de mano y una daga que le dio su madre en 1944 para que se suicidara si era capturado. Aquí, algunos, lo hacen al revés: ya están construyendo el Arca de Noé, porque creen que vendrá un diluvio universal.

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