Immortalidad en tiempos de guerra

Trashumanos, cuando la realidad supera a la ficción
2 min

El mundo se desangra por las heridas de una geopolítica muy envenenada donde cada vez hay más violencia, más muertes y menos esperanza. Los conflictos geopolíticos siguen una vida detrás de otra, como si esta ya no tuviera ningún valor. Las guerras son tan terroríficas, tan brutales, tan llenas de maldad, que vivir puede llegar a dar más miedo que morir. Sin embargo lo que realmente sorprende del ser humano, es que, por encima de todo, desea vivir. Anhela estar antes que morir.

La humanidad nunca ha convivido cómodamente con la muerte, por eso las diferentes tradiciones espirituales y religiosas han creado sus relatos de consuelo colectivo. A lo largo de la historia ante el irremediable hecho de la muerte las religiones monoteístas han ofrecido propuestas de salvación. Ahora, en la era tecnológica, hay quien considera que la salvación no viene, ni debe esperarse, de la divinidad, sino del poder tecnológico. La fe en la tecnología ha hecho nacer un movimiento, o una religión secular según Tirosh-Samuelson, que bajo el nombre de transhumanismo predica que la finitud puede ser superada a través de los avances tecnológicos. Para esta corriente filosófica emergente las promesas de salvación se realizan en este mundo y no en el más allá. El paraíso se hace realidad en la tierra.

Lo que propone el transhumanismo es liberar a la especie humana de sus límites, o sus miserias, y trascender el destino biológico. Su relato sostiene que con la aplicación de las nuevas tecnologías, entre ellas la ingeniería genética y la inteligencia artificial (IA), se podrán eliminar los aspectos no deseados de la condición humana como el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e, incluso, la muerte. Esta corriente conduce hacia una nueva forma de existencia en la que los problemas vinculados a la biología humana serán resueltos sistemáticamente por máquinas, en un proceso continuo que originará una especie nueva, radicalmente distinta a la nuestra. El ser nuevo, modificado y mejorado tecnológicamente, será poshumano, porque al perder su condición mortal dejará de ser humano.

Existe discrepancia sobre si las ideas transhumanistas son más o menos realizables en un futuro próximo, pero es cierto que ahora ejercen ya una influencia profunda y amplia en la cultura y la sociedad contemporánea. Las grandes corporaciones tecnológicas de Silicon Valley, que dominan el mundo, invierten miles de millones para conseguir patentes en productos y dispositivos de IA que retrasen el envejecimiento. El deseo de inmortalidad es también un negocio para los que siempre ganan.

No puede negarse que el transhumanismo aflora en un terreno abonado para su éxito. Ante un contexto social vacío de utopías, de desgaste de las religiones tradicionales y de un futuro incierto, la ciudadanía opta por poner su esperanza en el poder inédito de la tecnología. El mundo es así de complejo: mientras una pequeña parte de la humanidad confía en la inmortalidad, una gran mayoría lucha por sobrevivir un día más, ya sea en medio de los bombardeos de Gaza, en la guerra de Ucrania, o dentro de una barca a la deriva.

stats