Impulsos desglobalizadores

Las ganancias sociales generadas por el comercio son demasiado grandes para que, en términos cuantitativos agregados, la globalización económica retroceda. Ahora bien, en las economías del mundo, sobre todo en las más desarrolladas, observamos inflexiones en direcciones desglobalizadoras, entendidas como un acercamiento físico de la producción al consumo. Es un impulso que llega por vías diversas. Menciono tres: la del mercado, la de las opciones geopolíticas y la de la defensa de la competencia. Hay solapamientos, pero puede ser aclaratorio comentarlas de manera separada.

Mercado. Crisis climática y guerra llevan al encarecimiento del precio de la energía y este al del transporte. A un fabricante catalán, con clientes catalanes, puede salirle, por lo tanto, a cuenta reorientar sus pedidos e inversiones desde China hacia territorios más cercanos, como Marruecos, Valencia o Catalunya mismo. Es interesante preguntarse cómo el encarecimiento incide sobre la industria de los visitantes, una de las más importantes de Cataluña. Tenemos dos efectos contrapuestos: el del visitante que ahora nos viene y que puede dejar de hacerlo si el coste del transporte aumenta, y el del que ahora no viene porque dispone de vuelos largos y baratos, y, debido al encarecimiento, puede redirigir su interés hacia una Catalunya más cercana. Viene a ser lo que ha pasado en el mundo rural catalán durante la pandemia. Mi conjetura, vista la fuerza de la recuperación del turismo y de los congresos, es que el efecto neto será expansivo y no desglobalizador. Catalunya es muy atractiva para actividades presenciales. Como de estas seguirá habiendo, se trata de una ventaja comparativa muy valiosa. Más vale que lo asumamos.

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El efecto transporte no es, en cambio, relevante para el comercio en bienes inmateriales: el precio de internet no depende de la distancia. Tampoco lo es significativamente para la energía misma. Además del autoconsumo, la lógica de los precios llevará a importar la energía -no carbónica- de donde sea más económico: el Sáhara, Rusia, EE.UU., Francia o Aragón.

Otra fuerza de mercado que influye sobre la localización: la producción cercana puede hacer más confiables los compromisos de entrega. Durante la pandemia hemos visto incidencias relevantes. En la medida que la distancia genere incertidumbre y que la incertidumbre aumente costes -pensad en los seguros-, tendremos una razón más para acercar la producción. Se ahorra en transporte, pero también en el nivel de stocks que hay que mantener para suavizar la incertidumbre.

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Opciones geopolíticas. Las implicaciones políticas de la superioridad tecnológica de EE.UU., de la emergencia de China como potencia económica y tecnológica, y ahora de la invasión de Ucrania por parte de un proveedor de petróleo y gas han llevado a Europa a afianzar una voluntad de no dependencia -de “soberanía”- en ámbitos clave como la energía y la tecnología (diseño y fabricación). En menor grado, el alimentario y el biomédico. Una advertencia: la opción solo tiene sentido a nivel europeo. Es absurdo pretender la no dependencia de Catalunya, España o Alemania. Si hablamos de energía, el reto es cómo crear un espacio europeo integrado donde se produce energía renovable que se distribuye con lógica de mercado. Es el mismo para la tecnología, ya sean chips, hidrógeno verde, tecnología cuántica, aplicaciones cibernéticas para defensa o vacunas. De esto se deduce que los retos tecnológicos e industriales de Catalunya nos los tenemos que plantear desde el inicio en un marco europeo. Tenemos que dejar de considerar separadamente lo que vendemos en España de lo que vendemos en el resto de Europa. Todo es mercado interior. En esta perspectiva, los próximos años serán decisivos para determinar nuestro lugar en la estructura productiva europea. Por parte de nuestros decisores públicos y privados hará falta sabiduría a la hora de definir las políticas industriales y la articulación de alianzas. Y no lo dudéis: Catalunya no será autosuficiente.

Competencia. Nos podríamos encontrar en situaciones en las que, por localización de materias primas o por una especialización inducida por economías de escalera, la producción mundial de un bien se concentre en pocos países. Esto puede incidir negativamente sobre la competencia y la oferta global. Lo vemos ahora: en un momento de necesidad, ni la OPEP tiene mucho interés en aumentar la producción de petróleo ni los agricultores americanos en aumentar el cultivo de trigo: que el precio aumente les sale más a cuenta. También podría referirme a las plataformas digitales o a la producción de chips. No depender de monopolios externos puede ser, pues, una razón para aspirar a más autosuficiencia.