Inauguración del Gran Teatro del Liceo (1847)
Piezas históricas
De la reseña de Joan Mañé i Flaquer (Torredembarra, 1823-Barcelona, 1901) a Diario de Barcelona (6-IV-1847). Traducción propia. Tal día como hoy de 1847 se inauguró el Gran Teatro del Liceo, si bien la primera ópera, Ana Bolena, no se ofreció hasta doce días después. Hacía pocas semanas que Mañé y Flaquer había entrado como crítico de teatro en aquel diario del que sería director desde 1865 hasta su muerte en 1901. Se convirtió en el articulista hegemónico en la prensa catalana del siglo XIX, una especie de oráculo de la burguesía regionalista.
Por fin llegó el 4 de abril tan esperado con ansiedad por el hecho de que ese día debía inaugurarse solemnemente en Barcelona un nuevo y grandioso teatro, que ahora es el primero de España, que sin exagerar puede figurar entre los mejores de Europa y que en este ramo será para Barcelona una importante mejora. [...] Un concurso de personas compuesto de lo más notable y distinguido que hay en la ciudad se apresuró a ocupar todas las localidades. El coliseo decorado con rica profusión de adornos y dorados ofrecía un vistazo maravilloso, alumbrado brillantemente por quinqués. La grandiosidad del conjunto impone. Quizás esa misma grandiosidad motivaba que las palabras de los actores no fueran bien comprendidas, a juicio de la mayoría de espectadores; esto ratificaría la opinión de que teatros de colosales proporciones no son muy adecuadas para la declamación, como es el caso del drama Don Fernando de Antequera, de Ventura de la Vega, y en cambio sirven maravillosamente para la danza y el canto, como lo ha puesto de manifiesto al final de esta función inaugural la aplaudida Rondeña, de Camprubí, bailada por doce parejas; y la cantata Il regio imene, del maestro Obiols, himno en honor de la boda de la reina Isabel II. Los decorados fueron todos de un bellísimo efecto y sólo la cortina que sirve de telón de boca no mereció la aprobación unánime del público. Los espectadores recorrieron con ansiosa curiosidad los diversos espacios del Liceu: el precioso y elegantísimo salón de descanso, la bella galería, pasillos espaciosos, el vestíbulo y el resto de piezas accesorias. Confusos los ojos al fijarse detenidamente en tanta diversidad de elementos, apenas tenían tiempo para ver y admirar los bellísimos quinqués y candelabros que los adornan. Durante la representación unas niñas graciosamente vestidas pasaban por los palcos y entregaban a las señoras pequeños ramos de flores ya los caballeros ejemplares impresos de poesías de Victor Balaguer escritas expresamente por esta ocasión. [...] La apertura del grandioso Teatre del Liceu ha sido un evento que hará época en los anales de Barcelona, y que augura un halagüeño porvenir para el arte lírico-dramático en España. Aunque en el futuro llegara a pertenecer a una empresa no adecuada a los propósitos fundacionales (algo difícil de creer), el público de esta ciudad tiene derecho a confiar en la intervención y la influencia de la ilustrada Sociedad del Liceo que tantas pruebas de generosidad y protección del arte musical ha dado [...] Ya sea por la natural distracción de los espectadores en una noche en la que tantas cosas llamaban su atención, o porque la mayoría del público no percibía nítidamente la voz de los actores , el éxito del drama no correspondió a las esperanzas que tenemos fundadas. Notamos languidez en el total de la ejecución, si bien debemos manifestar que algunas partes fueron justamente aplaudidas. La escena fue servida con lujo y propiedad. Concluiremos nuestra reseña felicitante a la Sociedad del Liceo de Isabel II por haber culminado felizmente una obra de tanta importancia.