De la independencia a la identidad

Xavier Rubert de Ventós
21/11/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

En el origen del movimiento independentista estaba la voluntad de dejar en segundo plano al nacionalismo identitario y victimista, es decir, la peor cara del pujolismo, la cara Ferrussola. La aportación clave en este sentido fue, desde el campo intelectual, la del filósofo Xavier Rubert de Ventós, con la obra De la identidad a la independencia, de 1999, una década antes del inicio del Proceso. Aquel libro llevaba un prólogo de su amigo Pasqual Maragall, quien todavía se declaraba federalista. Con los años, el ensayo de Rubert de Ventós acabaría llevando el maragallismo y parte del PSC a posiciones soberanistas.

Hoy, un cuarto de siglo después, el catalanismo vuelve a mostrar su pulsión identitaria, con la excrecencia febril de Aliança Catalana, que está condicionando el discurso de Junts. Hemos vuelto a nuestra peor versión. ¿Qué diría el filósofo, que creía que ya nos habíamos "librado del lastre identitario, nostálgico y llorón"? Él propugnaba la obtención de un estado en términos republicanos, para poder ser ciudadanos con todas las consecuencias y con todas las capas identitarias que quisiéramos.

No negaba el fenómeno humano identitario, pero le daba una sensible apertura. Decía: "Toda identidad monográfica es un peligro. Mira, yo tengo una identidad familiar, religiosa, sexual, étnica, nacional... Soy vecino, padre, macho, feligrés, profesor. Pertenezco a una clase social, a un sistema de creencias, a un club, a un estado. Algunos de estos colectivos me han sido dados; otros otros. en zoco, a otro sólo pertenezco, en otro creo, en otros milito o quizás tan sólo los voto. La tarea política del futuro, para mí, es organizar una sociedad que no niegue, sino que integre esta compleja intimidad articulando la diversidad de sus componentes".

En términos políticos, quería que Catalunya dejara de ser en Europa un OPNI (Objeto Político No Identificado): había sido parlamentario socialista en Bruselas. en Europa le haría feliz. También quería acabar con la relación enfermiza Catalunya-España, resentida por un lado y prepotente por otro, que sacaba lo peor de cada uno: "Refuerza todo lo feo que tengo dentro de mí. No quiero tener esos sentimientos". Seductor desde su fragilidad e inteligencia, con su ademán inseguro y la calidez de sus gestos, sabía generar empatía con el otro: sin renunciar a la propia identidad compleja, la elegancia acogedora era su ética. . xenófobo, chapucero y milhombres, esta vez con un componente compartido islamófobo y con el trumpismo global soplando a favor. Alianza y Vox-PP se retroalimentan y se complementan. Como decía el otro día Francesc-Marc Álvaro, Orriols está traicionando la esencia de 150 años de catalanismo, un movimiento marcado por la voluntad de inclusión, por la idea de un solo pueblo, por la capacidad integradora. Un movimiento cívico que durante el proceso independentista dio pie a iniciativas como Súmate para reforzar la idea de que todo el mundo era bienvenido. Esto no quita que desde el españolismo más rancio (entonces Ciudadanos) se le colgara la llufa excluyente. Pero gracias a Rubert de Ventós y otros –Carod-Rovira también había movido el discurso de ERC–, el soberanismo se había deshecho de la pulsión identitaria reduccionista.

¿Negociar en Madrid y Barcelona? ¿Qué decía nuestro hombre de la realpolitik? "Yo nunca fui del 68, que decían: «Pedid lo imposible». No, no, tener cojones es pedir lo posible. Esto es lo que es difícil, no pedir lo imposible", decía Rubert para echar a Peter Pan que a menudo nos intenta, el infantilismo político de dedicarse a identificar enemigos y pelearse.

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