La infelicidad y la curva
Leemos en el ARA que desde 2008 "el bienestar durante la vida humana se ha representado con un gráfico con forma de U". Los niños por lo general son felices, los jóvenes también, pero los adultos llegan a los cincuenta y llegan también al punto más bajo de la infelicidad, "por el estrés y las preocupaciones de la vida". Y entonces, se ve, vuelve a subir, porque será que pasan los años y todo se te refote. El ARA nos recuerda que "esta teoría se conoce popularmente como la curva de la felicidad". Y si nos habla de ello es porque "un estudio afirma que el deterioro de la salud mental de los jóvenes ha eliminado el comportamiento típico de esta figura".
La curva de la felicidad era una metáfora o un eufemismo que nos hablaba de la barriga (de los hombres) como símbolo de un, justamente, barriga contento. Estaba emparejado, los hijos –si los tenía– ya estaban entrando a la edad de ser infelices de pleno derecho, y esa barriga se la había trabajado a conciencia con las comidas gloriosas que le preparaba la esposa. De la curva de la felicidad de las mujeres (o las curvas, según cómo) no se ha hablado en términos elogiosos, porque tener "cintura de avispa" en la época estaba muy bien visto.
Me gustan las barrigas. Pero sé que parte de la infelicidad de los cuarenta y los cincuenta se debe a esta curva, que sube los triglicéridos, la presión y la taquicardia y, por tanto, el mal humor, el agro y la infelicidad. Todo cambia. Las esposas no preparan comidas para el almuerzo y los esposos tampoco, en general, porque hacen jornada partida y se llevan táper. Ellos y ellas acuden al gimnasio oa pádel, y las grandes comidas, con los grandes vinos, son el premio del fin de semana. Que así sea por mucho tiempo. Los placeres, para que sean placeres, deben ser "estacionales". La gracia de la comida de fiesta mayor es que es de fiesta mayor y no se puede repetir al día siguiente. Necesitamos celebrar la gloriosa comida "de cada día". La gloriosa tortilla de espinacas, la gloriosa ensalada de casa, con lechuga de verdad, el porrón.