En la edición del Barómetro publicado en Barcelona hace una semana, la inseguridad continúa siendo el primer problema de los ciudadanos. Una buena ocasión para hacer una reflexión sobre lo que entendemos por inseguridad, y qué problemas hay detrás de esta palabra. Pienso que el origen de la sensación de inseguridad es múltiple y muy diverso, como lo son las responsabilidades y las herramientas para disminuirla. Sé, además, que han aparecido nuevos ataques a la seguridad que todavía no son lo bastante visibles para todo el mundo y que no han sido lo bastante combatidos por los gobiernos.
1. Orígenes humanos, orígenes naturales y orígenes tecnológicos. Muchos de los ataques a la seguridad son consecuencia de la actuación de las personas, tanto si se trata de hechos delictivos como simplemente de actos irresponsables. Otros son provocados por fenómenos naturales como inundaciones, relámpagos o terremotos. El papel de los gobiernos es muy diferente en este caso, y su actuación tiene una dimensión importante de tipo preventivo. Y, como he comentado otras veces, el progreso tecnológico ha ido creando nuevas herramientas que han significado un gran aumento de capacidades personales, pero que a la vez han hecho más fáciles y potentes algunas actuaciones humanas de carácter peligroso.
La coincidencia de la globalización económica y sanitaria, la transición digital y la reacción de la naturaleza a la sobreexplotación por parte de la especie humana nos ha situado en una nueva etapa que puede ser de un gran progreso, pero que aumentará nuestra inseguridad, puesto que experimentaremos ataques desde orígenes muy diversos. Me preocupa que la conciencia, tanto personal como social, de los diferentes peligros no es proporcional a su importancia real. Algunos de los nuevos peligros se están infravalorando, hecho que provoca que las medidas de prevención sean en muchos casos insuficientes.
2. Prevención, responsabilidad, regulación y sanción. Las dos primeras palabras comportan exigencias tanto para los ciudadanos como para los gobiernos, mientras que las otras dos quedan limitadas a la actuación de las instituciones públicas, actuaciones que a menudo generan conflictos y limitaciones con los deseos, e incluso con los derechos, de los ciudadanos. Es evidente que en una utópica sociedad de personas muy responsables y autorreguladas, el papel de la regulación gubernamental sería muy residual; pero, por el contrario, una sociedad con una obsesiva actitud de defensa de los derechos personales sin suficiente consideración por sus límites puede generar un modelo de convivencia con importantes dosis de inseguridad, y alimentar una sensación de incapacidad de los gobiernos para garantizar la tranquilidad de los ciudadanos. Hemos vivido casos de estos.
3. La libertad digital. En general, todavía no somos lo bastante conscientes de lo que supone el extraordinario desarrollo de las tecnologías digitales y la globalización de las redes de comunicación en el incremento de las oportunidades de acciones que atenten contra la seguridad, tanto personal como colectiva.
En el espacio físico, se han ido estableciendo a lo largo del tiempo herramientas y regulaciones que han reducido las ocasiones para actos contra la seguridad. Entre otros muchos, los semáforos en los cruces, los límites de velocidad en las carreteras, las llaves y los sistemas de alarma en los espacios privados, los controles de fronteras y la obligatoriedad de identificación son ejemplos. Estas herramientas, junto con unas legislaciones reguladoras y sancionadoras contra las infracciones, han conseguido despertar la responsabilidad de las personas y crear el miedo a las sanciones. Se ha producido una mejora en la sensación de seguridad, a cambio de aceptar como normales unos límites a la libertad de actuación. La mayoría de los gobiernos han hecho un buen trabajo, a pesar de que algunos han ido más allá de lo que hacía falta en la limitación de libertades, y también otros han utilizado las nuevas herramientas para intereses de carácter político. No son para nada inocentes...
La apertura acelerada de un nuevo espacio digital y global, junto con la aparición de nuevas herramientas, nos ha llevado a un nuevo escenario que se caracteriza por la facilidad, la libertad y la gratuidad. Ahora es posible el acceso a la privacidad personal sin conocimiento del afectado, la apropiación de datos y conocimientos de personas o de organizaciones públicas o privadas, la destrucción o la interrupción malintencionada del funcionamiento de mecanismos físicos o administrativos, la fácil suplantación de personalidad, la utilización económica, en algunos casos legal y en muchos delictiva, de estas posibilidades, e incluso su utilización como una nueva arma para enfrentamientos políticos. El nuevo concepto de moda, el ciberataque, puede tener por víctima tanto un gobierno como una empresa o el vecino del segundo segunda.
4. Urgencia de regulación y de negociación. Cuando crezca la conciencia de lo que está pasando, la preocupación por la inseguridad seguirá aumentando en las encuestas. No puede ser que se permita este desconocimiento general, y que no se negocie una regulación global. No puede ser que se deje que unas pocas macroplataformas americanas y chinas controlen y regulen el nuevo espacio. Y no puede ser que los gobiernos no negocien un acuerdo de no utilización de armas digitales, como se hizo con las nucleares en el siglo pasado. Sus consecuencias pueden ser muy graves.