De la insolencia al contagio

Von der Leyen y Trump en una imagen de archivo.
27/12/2025
2 min

El año que acaba ha servido para que Trump siguiera desplegando su insolencia como forma de estar en el mundo y contribuyera poderosamente a la erosión de la democracia. Si su segunda llegada fue una señal inquietante, la exacerbación de sus formas de hacer y de estar tiene efectos de contagio que configuran una sospechosa regresión política. No nos engañemos. La democracia está en peligro. Y, sin embargo, no es nuevo. Olvidamos a menudo que un 72% de los ciudadanos del mundo viven bajo regímenes autoritarios.

El exhibicionismo de Trump puede servir de alerta para que tomemos conciencia de esta realidad. Y debería hacernos más exigentes con el país donde vivimos. Ciertamente, debe tenerse una autoestima muy pequeña para sentir la necesidad que tiene el presidente americano de llamar la atención permanentemente. Poner su nombre a todo lo que él toca, desde una ofensiva militar hasta unos barcos de guerra, es de tebeo. Pero lo sorprendente es que el espectáculo de un pobre de espíritu lleno se desarrolle sin resistencias: el Partido Demócrata no da señales de vida y las instituciones americanas se pliegan con pocas excepciones. La cultura democrática se tambalea.

El Partido Demócrata no sabe, no contesta. ¿Es posible que piensen que en Estados Unidos no hay cultivo para desarrollar una respuesta de dignidad frente al patológico espectáculo de Trump? El poder judicial parece ausente. Y el poder legislativo va manifiestamente a remolque. La única señal de discrepancia hasta ahora ha sido la elección de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York, pero siempre se ha dicho que esta ciudad es distinta a Estados Unidos, más cosmopolita, que va a la suya.

Trump hace y deshace partiendo del principio de que la legalidad vigente es él. Y sorprende oír decir que no se puede descartar que prolongue su mandato impunemente. ¿Y el estado de derecho? Dicho de otra forma, parece como si la única debilidad de Trump fuera la edad, que el cuerpo le diga lo suficiente. Todo ello, viendo cómo viola permanentemente los hábitos, las prácticas políticas e incluso la ley, hace dudar seriamente de la democracia americana. ¿Dónde está la tradición liberal? ¿Y la división de poderes? ¿Puede que todo se acomode a los caprichos de un personaje delirante?

Y más aún, el problema añadido es el contagio. La claudicación de Europa frente a Trump tiene un icono en la ya legendaria humillación de Von der Leyen recibida por el presidente en un campo de Golf. La deriva ahora ya no puede disimularse: son las extremas derechas, reverenciales con Trump, las que marcan el paso por todas partes conduciendo hacia una agenda manifiestamente postdemocrática, con las derechas liberales claudicante y las izquierdas cada vez más desdibujadas. ¿Dónde está la socialdemocracia hoy? Quien pregunta no es traidor. El fondo de todo lo que existe es una mutación del poder político bajo la lógica marcada por los poderes económicos de la fase actual del capitalismo. Y esto es lo que aguanta Trump y le permite la impunidad. Miremos la realidad en la cara, antes de que estemos del todo atrapados. Este año, Europa ha vivido un gran retroceso, con las derechas tradicionales cada vez más atrapadas por las derechas radicales. En España, por ejemplo.

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