Cola para votar en las elecciones iraníes, el 1 de marzo, en el sur de Teherán.
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“Continuaré encerrada en prisión por vosotros, y en mi nombre vosotros no participaréis en el simulacro electoral del régimen”. Éste es el mensaje que Zeinab Jalalian envió desde la cárcel pocos días antes de las docenas elecciones legislativas de la República Islámica. Zeinab Jalalian es una prisionera política kurda confinada indefinidamente en las prisiones estatales por sus actividades políticas. Sin embargo, cabe decir que ella y las demás tomas políticas que estos días llaman a la resistencia no son las únicas que han insistido en boicotear las elecciones del régimen.

Tras el boicot en todo el estado, las autoridades electorales del ministerio del Interior iraní han hecho públicos los últimos resultados del escrutinio y han comunicado que habrá una segunda vuelta de las elecciones parlamentarias en –de momento– 14 provincias. Al parecer, en Teherán, el destino de cerca de 30 escaños se decidirá en esta segunda vuelta. En algunas zonas donde los empleados gubernamentales se vieron obligados a votar bajo la amenaza de perder el trabajo y emitieron, por tanto, unos votos no válidos, el número de sufragios nulos superó el de los recibos por los candidatos. Un día después de las elecciones del sábado, un medio de comunicación nacional informó de que alrededor del 40% de los votos emitidos en Teherán eran nulos.

El evidente impacto del boicot se ha reflejado incluso en los medios de comunicación controlados por el gobierno. Según una agencia de noticias, la participación de los habitantes de Teherán en estas elecciones ha sido de aproximadamente un 24%. Comparando esta cifra con la de las elecciones de 2022, que fue de un 34,39%, el diario Etemad ha afirmado: “Con estas cifras, el 28 de febrero de 2024 se ha registrado en Teherán el índice de participación más bajo”.

¿Qué ha pasado?

Los partidos de los kurdos, baluchis y árabes de Irán, que son los principales grupos de oposición organizados contra la República Islámica, publicaron unos comunicados pidiendo el boicot a las elecciones. Estos comunicados desataron un gran boicot generalizado en las zonas étnicas de Irán que no son persas, donde los kurdos quemaron las urnas en un gesto simbólico. Para impedir que se difundieran desde la cárcel de Evin entrevistas defendiendo la abstención, las autoridades de seguridad pública trasladaron a algunos presos políticos a celdas separadas. Además, algunos políticos integrados en el sistema, como Mohamed Jatami, también anunciaron que no participarían en las elecciones.

Es poco creíble que el régimen no sea consciente de la falta de legitimidad que le atribuyen las masas y los grupos políticos; por eso, uno de los pocos motivos que pueden explicar la propaganda para promover la votación en estas elecciones espurias es que el gobierno necesita un índice de participación que le garantice un mínimo de legitimidad para poder mantener sus relaciones internacionales. Los representantes de la República Islámica en los foros internacionales han recurrido muchas veces a los votos como prueba de su legitimidad, y precisamente esa es la respuesta con la que han silenciado a los periodistas occidentales que les han acusado de violaciones generalizadas de los derechos humanos: “Si no fuéramos legítimos, no nos votarían”.

Este año, ante unas sanciones que tienen un amplio apoyo popular, el régimen no ha escatimado esfuerzos en su campaña propagandística. Jamenei, el líder supremo de Irán, ha pronunciado varios discursos en menos de un mes; unos discursos que, en contra de la práctica habitual, estaban exentos de amenazas e insultos en el pueblo y en los opositores. Este hombre, que con sus palabras siempre expresa el profundo desprecio que siente por ellos, habló esta vez con moderación e incluso exhortó a sus oponentes a no dejar las urnas vacías.

El portavoz del gobierno también contribuyó al espectáculo electoral cuando afirmó: “Ninguna ley ha derogado el derecho a votar; las mujeres que no llevan hiyab también pueden votar”. Y dice esto cuando, el año pasado, las mujeres que luchan contra el hiyab obligatorio no sólo se veían constantemente amenazadas por la calle por la policía de la moral, sino que también fueron privadas de todos los derechos básicos, como el acceso a la educación, el uso del transporte público, e incluso la entrada en los hospitales y los tratamientos médicos.

Los coches patrulla de la policía de la moral también han cambiado de función en estos comicios y se han transformado en centros de control electoral. Las agentes de policía responsables de hacer cumplir la obligación de llevar hiyab, que perpetraron el asesinato de Mahsa Amini y de cientos de mujeres, recibieron instrucciones de fomentar la participación y asumieron las funciones de buscar votos.

El gobierno ni siquiera dudó en buscar los votos de los afectados por las inundaciones de Sistán y Baluchistán. Una semana después de estas inundaciones salieron a relucir informaciones sobre cortes de carreteras, agua y gas, y el agravamiento de la situación de los afectados por las inundaciones.

Los medios de comunicación internacionales han recibido mensajes de Sistán y Baluchistán en los que se insiste en la necesidad de alimentos y, sobre todo, en la reapertura de las carreteras rurales. Pero, en vez de atender a estas necesidades urgentes, les enviaron helicópteros con urnas.

Todo ello, junto al fraude generalizado que ya es una rutina en la República Islámica, ha hecho posible que esta vez Ali Jamenei haya logrado el número de votos necesario para exhibir la legitimidad de su régimen.

El levantamiento promovido por el movimiento Mujer, Vida, Libertad fue una revolución sin marcha atrás que hizo más evidentes que nunca las líneas rojas que separan al régimen iraní de su pueblo. Mientras estos días las calles parecen asistir al retorno de las actividades revolucionarias, el pueblo sigue ejerciendo la resistencia por medios civiles, como el boicot, manteniendo así vivo el espíritu del movimiento.

Es el mensaje más pacífico de la nación, una nación que utiliza todo lo que tiene a su alcance para transmitirlo; en palabras de Ahmad Shamlou (un poeta iraní contemporáneo): “Ya no soy el reflejo de la ira en tu contra; expreso todo lo que significa renegar de ti”.

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