José Martí Gómez, tiempo y libertad

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José Martí Gómez en una imagen de archivo.

1. La pipa. Decía Martí Gómez en una entrevista que “seguro que el periodismo de hoy es mejor, pero antes había una mística, una visión romántica que quizás se ha acabado, y sin romanticismo el periodismo no es nada”. Creo que a lo que Martí se refería con la palabra romanticismo era al tiempo y a la libertad. Masticar la información tanto rato como haga falta, dar las vueltas que sean necesarias, es clave para poderla hacer desde la libertad, es decir, sin trampa ni coacción. Y es lo que permite explicar lo que has visto, no lo que te han enseñado. Esta actitud (que es mucho más que un método) era esencial en su concepción del periodismo. 

Lo sintetizaré en un hecho y una frase. El hecho: no vi nunca a Martí con una mesa fija en una redacción. Venía, charlaba, traía el artículo o el reportaje y se iba. Su lugar estaba en la calle con la gente, no en el despacho. Como si siempre estuviera de paso. Una manera de vivir cotidianamente su impagable independencia.

La frase: se la oí en la época de El Correo –allí donde nos conocimos y, en enero del 69, hicimos la primera entrevista juntos, a Pere Portabella, por cierto–. Allí Martí empezó sus crónicas judiciales que revolucionarían el género y serían uno de los referentes del periodismo del cambio. Y un día me dijo: “Todo crimen es una tragedia que destroza la vida, la familia, el mundo de la víctima, pero también hunde al verdugo y a su entorno”. No lo he olvidado nunca. Y es la mejor síntesis de la idea del periodismo de Martí: no le interesaba tanto la noticia como las personas que la protagonizaban. Toda actividad humana –también los crímenes– es entre personas que comparten la misma condición de seres humanos. El periodismo como una vía para acercarse a la vida, un intento para entender una especie tan precaria y pretenciosa a la vez.

Pero para poder trabajar de este modo hacía falta tiempo: hablar con todos, el entorno de la víctima, los verdugos, los policías y los jueces. Y todo desde el escepticismo lúcido de quien sabe que el happy end no existe, que vivimos siempre en el umbral del precipicio. Y aun así –como ha recordado en un tuit su familia– le gustaba decir que, a pesar de todo, “la vida es bonita”. Para poderla disfrutar tienes que tener de todo menos prisa: la vida, como las noticias, hay que mordisquearla. Y, en los 70 y 80, ahora está mal visto, el humo de la pipa era un acompañante que marcaba las pautas de la desaceleración del tiempo, de las conversaciones que podían parecer inútiles hasta que aparecían las sorpresas.

2. Crónica y reportaje. Los géneros periodísticos son dos: la crónica y el reportaje. El resto son complementos. Y creo que esta idea que Martí llevó a la práctica durante toda su carrera sigue siendo perfectamente vigente. Es a través de estos dos géneros que la complejidad de los humanos llega al espacio mediático. Y tendría que seguir llegando si no queremos que el espíritu se nos encoja bajo la lluvia de los likes y el insuficiencia de los tuits. Todo está inventado: explicar historias y conversar con la gente. Que es lo que hacía Martí no solo en la prensa escrita, sino también en la radio –donde los fines de semana inundó el A vivir de la SER de conversadores, no forzosamente mediáticos, que conversaban larga y abiertamente.

A finales de noviembre me hizo llegar dos libros que había acabado estos años. “El cáncer sigue aquí. Me distraigo escribiendo”, me decía. La curiosidad, las personas y la escritura como forma de estar en el mundo de un periodista que, a diferencia de lo que pasa a menudo hoy, sabía perfectamente que el personaje no era él, que su trabajo era hacer hablar al otro. Y que la tarea lenta de irse ganando al entrevistado hasta que las defensas se relajen es mucho más eficaz que el golpe efectista de la pregunta retórica, tan habitual hoy. Era el secreto de una mirada singular que le permitía llegar más allá, más profundo, que nadie.

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