JV Foix
En Sarrià hacen una biblioteca nueva y, claro, deben bautizarla. Esta biblioteca sólo podía llevar un nombre: el de JV Foix, uno de los mayores poetas catalanes de todos los tiempos. Junto a su nombre, todos los nombres de los demás candidatos, sarrianenses de nacimiento o de adopción, palidecen. Foix nació en Sarrià en aquellos tiempos que los sarrianenses bajaban en Barcelona, vivió toda su vida, y murió. Su familia tenía dos pastelerías, una en la calle Gran y la otra en la plaza de Sant Vicenç (la V de su nombre se debe a que san Vicente es el patrón de Sarrià), a cuatro pasos de la iglesia dedicada al santo. A pesar de las dos pastelerías, que todavía están ahí, Foix no era pastelero. No había aprendido su oficio, me dijo un día, él era tipógrafo.
Lo conocí hace muchos años, en 1970. Y nos llevó una tarde del domingo a su casa Gabriel Ferrater, que permanecía unos días con nosotros escondiéndose de la policía tras el encierro de intelectuales en Montserrat. Si no lo recuerdo mal era diciembre. Un domingo, después de comer, Gabriel nos dijo: ¿quiere que vayamos a ver a Foix? Le dijimos que sí, claro. Él le llamó y la visita quedó concertada. Foix vivía muy cerca, en la calle de Setantí, en un piso tan discreto como era él, en una escalera que recuerdo muy derecha. Mientras íbamos, Gabriel nos dijo: a Foix hay que saber sintonizarlo, como una radio, déjamelo hacer a mí. Porque si toma un tema concreto nos podemos pasar la tarde hablando de los rusos y polacos o de los turcos y los griegos…
Nos abrió la Gaudiosa, la criada, una mujer de mirada un poco socarrona. Nos hizo pasar. Me fijé en un cuadro del recibidor. Dos caballos en una playa. Era de Obiols, pero me recordó a un De Chirico. En el comedor nos sentamos alrededor de la mesa. Foix bajo un tapiz dibujado por Miró y que había tejido a su mujer, Victoria Gili. "Porque yo estoy casado, me dijo un día, la mujer me dejó". Esa tarde no, esa tarde Gabriel Ferrater le condujo por otros caminos. La Gaudiosa trajo whisky para los hombres y bombones para las señoras (aparte de Dolors también estaba Marta Pessarrodona, que había venido a comer). Dolors le dijo a la Gaudiosa: yo también quiero whisky. Ella le trajo un vaso, y le retiró los bombones. No, no, dijo Dolors, quiero las dos cosas…
En el comedor, no muy grande, con muebles claros, de estilo digamos posnoucentista, había un dibujo de García Lorca. Federico se lo había regalado. También había un dibujo de Miró, unos trazos negros, algo cantos, vigoroso. Supongo que era un dibujo de los años treinta.
Años después de esa tarde memorable, fui a hacerle una larga entrevista. Se publicó en una colección titulada DiálogosaBarcelona, publicada por el Ayuntamiento de la ciudad. María Aurèlia Capmany, concejala de Cultura, se la había arrebatado. Fui un par o tres de tardes a hablar con él y, una vez la conversación fue transcrita por Xavier Febrés (que cometió el error imperdonable de borrar las cintas) le fui a leer para hacerlo las correcciones pertinentes. Foix ya no veía muy bien. Me hizo cambiar algunas cosas: hablando de Dalí, me dijo, saque ese “se masturbaba” y lo sustituya por “se excitaba”. Y cosas como estas. Una tarde vino Pilar Aymerich para fotografiarnos. Yo guardo una fotografía preciosa donde se me ve sentado junto a Foix mirando el libro La estación, con grabados de Tàpies. Yo entonces tenía unos cuarenta años, Foix, más de ochenta.
Al cabo de un tiempo nos encontramos en la presentación de un libro. No recuerdo dónde ni qué libro era. Supongo que otro volumen de la colección aureliana. No me reconoció. Pero estuvimos hablando: el mío, me dijo, me lo hizo Comadira. Pero alguien me ha dicho que no era el interlocutor adecuado (siempre hay algún alma bondadosa en este mundo de monas). Entonces vino Kati, que yo conocía de Girona, y que acompañaba mucho a Foix. Me dijo, no sufras, a mí, el otro día me confundió con Albert Manent. Según éste sabio la entrevista debía haberla hecho alguien que hubiera vivido la época de Foix. El sabio no sabía que el objetivo de la colección era encarar a un viejo y un joven que se dedicaran al mismo oficio.
Recuerdos que me vienen ahora que se ha discutido el nombre de la nueva biblioteca sarrianenca, discusión inútil, por absurda. Sólo había uno posible, de nombre, y es el de Foix. Uno de los mayores poetas catalanes de todos los tiempos. Ya lo he dicho y quiero repetirlo.