Krasznahorkai, Tarr, Bulgakov
En un tiempo y un mundo dominados por los algoritmos y el deseo patológico de acumular dinero, un tiempo que genera una palabra tan espantosa como monetizar, la concesión del Nobel de literatura al húngaro László Krasznahorkai ha hecho contentos a los que aún quieren –queremos– creer en la literatura como lugar de resistencia. Resistencia contra qué o contra quién, diréis. Pues resistencia contra los charlatanes y vendedores de humo. Contra cínicos, impostores, oportunistas. Por supuesto, contra autoritarios y campeones de falsas libertades.
Krasznahorkai es un autor que no escribe para vender muchos libros, ni para hacer gracia, ni para salir en la tele ni para halagar su ego. Tampoco escribe para salvar a la patria ni a la lengua húngara: una lengua que tiene catorce millones de hablantes y que por tanto ocupa dentro del mundo una posición tan lateral y falta de poder como la catalana. Krazsnahorkai hace una literatura rugosa, áspera, irónica (eso quiere decir: en las antípodas de la bromita cagada), con la que el lector puede reírse si es capaz de burlarse de los propios achaques, personales y colectivos. Escribe una prosa de horquilla y cuchillo, que en catalán da un texto tan espléndido como la traducción de la novela Tango satánico, que ha hecho Carles Dachs y que ha publicado Edicions del Cràter. Krasznahorkai, además, ha sido a menudo guionista con el cineasta Béla Tarr. Ambos han firmado películas importantes del cine europeo reciente, como La condena, El hombre de Londres, la desbordada Tango satánico –que se inspira en la novela del mismo título– o El caballo de Turín. Estas películas están en Filmin y son de visión más que recomendable.
También lo es ir al Teatre Lliure a ver la adaptación deEl maestro y Margarita que ha dirigido Àlex Rigola. El maestro y Margarita es una novela magna de Mijaíl Bulgakov, una de las grandes obras de la literatura rusa, y europea, del siglo XX. Su punto de partida es la llegada del diablo en persona (o personas, y en forma de gato también) al Moscú de los años treinta, en plena dictadura de Stalin. Bulgákov tal vez sea más juguetón que Krasznahorkai, pero ambos escriben sobre el diablo y ambos tienen una misma idea de la literatura. Susan Sontag dijo que Krasznahorkai le hacía pensar en Gógol, que también es una de las influencias de Bulgákov. En cualquier caso, la adaptación teatral que ha hecho Rigola en su regreso al Lliure es vibrante, potente y risueña, y estará en cartel hasta el 25 de este mes: vaya.
Teatro de confrontación, como el que propone y defiende esta versión deEl maestro y Margarita, cine no obvio como el de Tarr, escrituras no-alineadas como las de Krasznahorkai y Bulgákov (o como las de Sontag y Gógol) son el tipo de respuestas que el arte y la cultura pueden dar a los abusos de poder. Para que los poetas en tiempos de miseria, es la pregunta, tan a menudo citada, que dejó en alto a Hölderlin. Tiene muchas respuestas posibles y no tiene ninguna aceptable: una plausible podría ser, precisamente, para desenmascarar la miseria.