A la luz del Misterio de Elche

Hace unas semanas tuve ocasión de asistir a una representación del Misterio de Elche (gracias a la asociación El Tempir, que se encarga de la organización, por la invitación). Es una maravilla, una alegría indiscutible de la cultura catalana y europea medieval. Para quien no esté al caso, se trata de un drama litúrgico que pone en escena la dormición y asunción de la Virgen María y se representa ininterrumpidamente en la basílica de Santa María de Elche desde hace más de quinientos años. La representación actual se hace de acuerdo con el texto de la consueta de 1625. La función es cantada íntegramente en valenciano o catalán medieval –salvo breves fragmentos en latín–, es musicalmente riquísima y, desde el punto de vista escénico, tiene momentos –la aparición del Àngel, el devallament del reta fuerte impresión a cualquier espectador, con independencia de si tiene o no convicciones religiosas, y de cuáles sean. También a los espectadores de nuestros días, acostumbrados a la hiperestimulación constante ya los espectáculos alucinantes, nos conmueve e impresiona el Misterio de Elche y su poderosa fascinación.

La pervivencia de una expresión cultural tan valiosa a lo largo de los siglos es mérito exclusivamente del pueblo ilicitano, o elchetán, o elchero. Una visita a Elche –una ciudad que parece, ella misma, imaginada, con ese enorme palmeral, atravesado por los huertos y un sistema de regadío, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad–, una visita a Elche, decía, podría ser un adecuado cuidado de humildad para la corrua de pretenciosos predicadores que quieren salvar a Cataluña y la lengua catalana sin tomar que vive, ni las cosas que hacen. Conocer a la gente de El Tempir, o del casal Jaume I de Elche, o de la librería Ali i Truc, o del departamento de filología catalana de la Universidad de Alicante, con la magnífica biblioteca de humanidades, y conocer a toda persona que trabaja con inteligencia y perseverancia para mantener la vitalidad y la normalidad de la lengua catalana en el sur del sur, abajo de todo turística y de la derecha ultranacionalista, y que además trabajan con alegría y sin absurdos aspavientos ni afanes de protagonismo, debería servir para que más de dos y más de dos fantasmas se abstuvieran al menos de querer dar lecciones de nada a nadie.

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Elche es la tercera ciudad del País Valenciano y está llena de cayetanos que imitan provincianamente a las modas del Madrid más rancio. Pero también tiene la luz del sol cuando ocurre entre las palmeras datileras y un huerto que es propiedad de la Virgen en persona (en persona celestial), una Casa de la Fiesta, una Torre Calaforra, un Misterio majestuoso y una lengua y una cultura propias y tan vivas como nosotros haremos que sea. Si de verdad quiere hacer algo positivo por la lengua catalana, empiece por dejar de ser condescendientes y paternalistas con la gente del País Valencià.