Madonna llega tarde

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Madonna en Londres el 14 de octubre.

La cantante Madonna ha recibido una demanda, y no por haber ofendido a la Iglesia católica, como hace unas décadas, o por haber hecho obscenidades en un plató de tele. No, no, la cosa es muy distinta. Según la revista Variety, dos de sus fans la llevan a los tribunales "por haber empezado con dos horas de retraso varios conciertos de la gira Celebration". Esto me hace pensar tres cosas. Una: que la palabra varios nos indica que Madonna lo hace siempre, eso de ser impuntual (en Barcelona también lo hizo, de hecho). Dos: que los fans, como buenos fans, fueron a más de un concierto. Y tres: que los fans, como buenos fans, hoy te aman y mañana te apedrean. Ambos espectadores le acusan de "prometer falsamente que las actuaciones empezarían a una hora concreta". Debían coger el transporte público para volver a casa, pero como era más tarde de la medianoche, ya no había. A mí me ha pasado en algún club de lectura (porque me he equivocado de línea de tren o de pueblo), pero he llegado sacando el hígado por la boca y arrastrándome como un gusano para suplicar el perdón. Y eso que mis humildes honorarios no eran los de la diva del pulpo. También he llegado, hay que decirlo, temprano, más temprano de la cuenta, porque me he equivocado de día o de mes. Quiero decir que una cosa es un retraso involuntario, que te haga sufrir, y otra un retraso sistemático, que no te haga sufrir nada.

Apruebo la demanda, y ayudaría a pagarla. Estos dos desconocidos marcan el camino, son nuestra luz y nuestra guía cuando nos enfrentamos a los que es tradicional que tarden sin culpa. Me refiero a Madonna, los notarios, nuestros hijos, las novias y Renfe. Y no por ese orden.

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