Madres contra la igualdad

Una mujer musulmana con velo en Nantes, en una imagen de archivo.
01/12/2025
3 min

Una de las cosas que más cuestan de entender cuando tomamos conciencia feminista es el papel de las madres en la transmisión de los valores del machismo. Me lo han dicho infinidad a veces chicas que, para avanzar en su liberación, no solo tenían que enfrentarse a la figura del padre autoritario sino también a otra mujer, la que les dio la vida. La pregunta que nos hemos hecho siempre es: ¿por qué nos imponen las mismas normas que las perjudicaron a ellas? ¿Por qué, si han sufrido los estragos de la falta de derechos y libertades, quieren someter a sus propias hijas al mismo sistema? Quizás es que las madres no pueden enseñar a las hijas a ser rebeldes, que no pueden convertirlas en parias si el contexto general no es propicio al cambio. Por eso la igualdad solo es posible cuando es colectiva. En el caso de las mujeres de origen musulmán, esta transformación se está viendo interrumpida y frenada por diferentes elementos. Uno de los que ahora acabarán de enterrarnos en la miseria del patriarcado islámico será precisamente la extrema derecha, que ruge contra los practicantes de la religión de Mahoma por su machismo pero nos expropia la voz y plantea medidas racistas que afectarán especialmente a las mujeres. Asisto con impotencia al auge de Aliança Catalana y me siento más extranjera que nunca en el país que considero mío y que creía dotado de recursos más inteligentes para combatir el fanatismo que otro fanatismo, en este caso identitario, supremacista y excluyente. Valga la redundancia.

Pero vuelvo a las madres, porque ellas son más importantes que cualquier discurso externo que pueda llegar a los hijos. Más de una vez me he encontrado a madres nacidas aquí o llegadas de pequeñas, que han tenido acceso a la educación y a las posibilidades que ofrece una democracia abierta, que han ascendido socialmente porque se han beneficiado de ello y que es de suponer que también han sido expuestas a los valores de la igualdad que nos rigen. Quiero decir que ya no hablamos de la generación de señoras analfabetas que llegaron del pueblo reagrupadas por sus maridos. Hablamos de mujeres con criterio que, sin embargo, deciden transmitir el machismo a sus hijos. O peor aún: que quieren impedir que les lleguen los mensajes del feminismo porque sienten que van en contra de su religión o su cultura. Cuando me he encontrado a padres boicoteando mis charlas en escuelas e institutos no eran los hombres los que querían cancelarme, sino ellas, las madres activas e implicadas que creen que una mujer de origen inmigrante feminista y laica no puede dirigirse a sus hijos ni al resto de alumnos. "Les metes cosas extrañas en la cabeza", me dijo una de ellas, y esas "cosas extrañas" son la toma de conciencia antirracista y la toma de conciencia feminista. Si los chicos sienten la injusticia en propia piel cuando reciben insultos por el color de su piel también pueden entender perfectamente la injusticia de que su hermana tenga que taparse de arriba abajo para irse a bañar a la playa mientras que ellos llevan un bañador de lo más "occidental" sin que peligren ni su cultura ni su religión. Cuando son las madres las que transmiten a los niños que las mujeres son más respetables en función de cómo van vestidas, las que les inculcan los roles de género y las que en casa discriminan a sus hijas, lo que hacen es formar a nuevos machistas que odiarán a todas las mujeres que no sean su madre. De todo esto habló la antropóloga Camille Lacoste-Dujardin en Las madres contra las mujeres. En ese libro explicaba cómo, en las sociedades tradicionales norteafricanas, la principal relación heterosexual era entre las madres y los hijos chicos, que establecían una alianza contra el resto de hembras de la familia. Lo que no me imaginaba es que esta alianza, ahora en clave islamista, vuelva a articularse aquí y pretenda impermeabilizar a los niños del discurso feminista.

stats