Una médico negacionista
El IB-Salut, el servicio de sanidad pública de las Islas Baleares, se ha negado a readmitir a la doctora Nadiya Popel, que ejerció en el servicio de Urgencias del Hospital Mateu Orfila, de Maó, hasta que fue expulsada en septiembre del 2023, hará ahora dos años. Ha dado la noticia el Diario de Menorca.
La doctora Popel fue apartada de la profesión por el Colegio Oficial de Médicos de Baleares por incumplimiento reiterado del código deontológico. Negó la utilidad de la vacunación durante los momentos más duros de la pandemia de covid, y el pasado abril la justicia confirmó su suspensión por haber utilizado con sus pacientes productos como lejía, agua oxigenada o disolventes industriales. Como curiosidad, a finales del año pasado Nadiya Popel participó en un acto de vindicación negacionista en Palma, donde los protagonistas fueron Miguel Bosé y Josep Pàmies, el curandero que vende potingas. El acto recibió por parte del Govern Balear una sanción de 300.000 euros, lo que confirma que afortunadamente hay personas haciendo su trabajo en la administración isleña, pese al gobierno del PP y Vox. Nadiya Popel, por supuesto, se declara víctima de una cacería contra librepensadores, y tiene un numeroso grupo de admiradores que la siguen, la aplauden y la apoyan allá donde vaya.
La noticia sobre Popel rima a distancia con otra: el trumpismo fulmina a Susan Monarez, directora de una de las principales agencias de salud pública de Estados Unidos, por su desacuerdo con el posicionamiento antivacunas del secretario de Salud del gobierno, Robert F. Kennedy Jr. También nos sirve para reconsiderar uno de los episodios más preocupantes de nuestra vida alterada de los últimos años. La negación no solo de la eficacia de la vacunación sino incluso de la existencia misma de la pandemia, y la denuncia de un supuesto totalitarismo o dictadura o dogma de la ciencia, fue un efecto colateral especialmente doloroso de aquel episodio que, por ahora, nadie quiere recordar. Escribo "doloroso" porque el negacionismo causó muertes, sobre todo a causa de contagios provenientes de personas que se negaron a vacunarse y que propiciaron la expansión del virus. Los perjudicados (los fallecidos) fueron pacientes vulnerables, como ancianos o personas que sufrían otras enfermedades anteriores.
Los negacionistas no son siempre gente inculta, al contrario. Se trata a menudo de personas bien formadas y educadas, como el secretario Kennedy. En su momento presumían de negarse a la vacunación en plena pandemia como un ejercicio de pensamiento crítico y libertad de criterio. Algunos actúan por igual con la salud de sus hijos. La propia Nadiya Popel es médico, con estudios debidamente acreditados. Nadie está libre de ser un cínico o fanático, tampoco quien tiene estudios superiores. La libertad individual, en todo caso, tiene el límite allá donde empieza a perjudicar el bien común y la libertad de los demás. Negar la ciencia cuando más falta hace no es un acto de libertad, sino un atentado contra la salud pública. El trato que ha recibido Nadiya Popel es adecuado y constituye un buen ejemplo.