Cuanto mejor, ¿mejor?

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Cómo mejor, mejor?

Los partidarios del diálogo y el acuerdo, que ahora mismo son los dirigentes de ERC, PSOE y los comuns, afirman que no se tiene que hacer caso a quienes parten de la base errónea que “cuanto peor, mejor” (y después, en algunos casos, añaden que “el nacionalismo catalán y el español se retroalimentan”, como si fuera posible -y ético- establecer una especie de simetría en este conflicto). Pero si repasamos los últimos veinte años, quizás tendríamos que aceptar que el “cuanto peor, mejor” es un precepto que se ha cumplido a menudo. La mayoría absoluta de Aznar propició el primer tirón electoral de ERC y el primero tripartito; en el mismo momento, CiU acusó el desgaste por los acuerdos con el PP y empezó a hablar del derecho a decidir. Se reformó el Estatut pero el PSOE de Zapatero lo recortó, y el Tribunal Constitucional se lo cargó en medio de una inusitada oleada de anticatalanismo azuzada por el PP, que llevó a Rajoy a la Moncloa. Este peor marca el inicio del Procés, y es así como el independentismo acontece una fuerza central de la política catalana.

Después, sin embargo, llegan los hechos de 2017, que demuestran que, en ocasiones, “cuanto peor, peor”. Lo peor es que el PP se encumbra en sus posiciones y decide responder al movimiento independentista catalán con mano dura y represión. El Procés fracasa porque no sabe convertir este peor en mejor, porque no tiene fuerza para sostener un conflicto ni para forzar una negociación. Lo peor es también que la sociedad catalana muestra sus debilidades y sus contradicciones: una parte del país se siente menospreciada y se alinea con los represores, mientras las grandes empresas, miedosas de por sí, piden volver a la “normalidad” o chantajean trasladando sus sedes centrales. Después llega la etapa de Quim Torra, en que una gestión anodina se envuelve en una confrontación puramente verbal.

Y, en la situación actual, el acuerdo PSOE-ERC oficializa el “cuanto mejor, mejor”. De aquí sale la caída del PP de Rajoy, los indultos y la mesa de diálogo. ¿Saldrán más cosas? El mejor del PSOE se parece al mejor unidos de Ciudadanos: proyectos compartidos y operaciones de estado como la ampliación del aeropuerto o los Juegos Olímpicos de Invierno. Y, además, sonrisas y apelaciones a la concordia. Ni rastro de concesiones reales en materia de soberanía, de reconocimiento nacional o de amnistía. Esto no impide a la derecha decimonónica de acusar a Sánchez de venderse a los enemigos de España, etc. ERC se encuentra con dificultades similares y tiene un plazo relativamente corto para demostrar su “cuanto mejor, mejor”. Mejor en el día a día del país, mejor en la consecución de objetivos a medio plazo, mejor en la expectativa de una salida razonable que conduzca a un referéndum.

El comportamiento actual del independentismo se basa en aprovechar al máximo las instituciones, recoser la sociedad y negociar con el gobierno español. Esto lo admite ERC de forma explícita, mientras que Junts y la CUP no lo admiten pero actúan del mismo modo, porque el diagnóstico, al menos en privado, es compartido: ni somos suficientes ni tenemos suficiente fuerza para hacer un “embate democrático”; la situación del país no permite dejadez en la gestión ordinaria, y la ciudadanía -toda- necesita victorias, aunque sean modestas. Teniendo claro que, si en 2017 lo peor no nos hizo independientes, por ahora lo mejor tampoco nos lo hará, al menos de forma inminente. La única evidencia es que cuanto mejor haga las cosas el independentismo, más confiarán los ciudadanos. Y que el hecho que en España vayan las cosas mejor o peor no depende de nosotros. Por lo tanto, gestionemos lo mejor, preparémonos para lo peor... y viceversa.

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