El mejor Sant Jordi / La peor crisis editorial

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Sant Jordi.

El mejor Sant Jordi

La obsesión. Cuantificarlo todo. El número de rosas, el libro más vendido, el ranking de cada categoría, la facturación total en millones de euros, la cifra absoluta de ventas. Las rutinas periodísticas nos llevan, apodícticamente, a ordenar el mundo en compartimentos estancos. Si lo tenemos todo bien clasificado dormimos más tranquilos. “Contamos los días, cuando los tendríamos que pesar”. Lo decía Plini y tenía razón. En días como hoy, el primer Sant Jordi después del inicio de la pandemia, todavía con más razón. Esta Diada será diferente. Y, puestos a etiquetarlo todo, vaticino que será el mejor Sant Jordi de la historia. Y no hablo de números sino de emociones. La de incorporar, a nuestras vidas, un indicio de normalidad. La de volver a hacer una cosa pequeña, que nos gusta, que la hemos hecho toda la vida, pero que el año pasado fue absolutamente prohibida. Recuerdo la manera en que el vecino de una librería, escondido detrás de la cortina, descubrió que se vendían libros por debajo la reja y llamó a los Mossos para delatarlos. Un año después, con un 20% de la población vacunada y 22.000 catalanes muertos por el covid, las únicas prohibiciones son no salir de la comarca y a las diez en casa. Que los barceloneses no puedan marcharse de fin de semana convertirá este viernes en espectacular para las 490 librerías de la ciudad. Que la gente de cada localidad no pueda bajar a la Rambla será, también, una gran noticia para los libreros de cada población. De hecho, desde el miércoles hay colas para entrar en las librerías. El covid nos ha vuelto previsores y pacientes. El ocio pandémico nos ha hecho volver a los libros, al placer de descubrir una buena historia, a la necesidad de dejarnos estimular por una expresión artística y consumirla nosotros solos. Hoy daremos paseos cortos, nos acercaremos a las paradas con respeto, regalaremos rosas a los vivos y pensaremos qué libro habríamos regalado a los que ya no están. Añorar y vivir. Leer, amar.

La peor crisis editorial

En el mes de septiembre, la prensa de los Estados Unidos publicó una noticia que nos asustó. El titular hablaba de la grave crisis del sector editorial en los Estados Unidos. La gente del sector leyó la información con las cejas levantadas, con miedo de que esta crisis también se contagiara rápidamente aquí. El texto explicaba que la crisis de las editoriales norteamericanas era que no tenían suficiente papel para poder hacer libros. El titular tramposo, pues, llevaba a sacar una conclusión contraria al acontecimiento. Resultaba que en los meses de confinamiento domiciliario, la gente se tiró a comprar y devorar novelas y ya no quedaba suficiente papel para imprimir volúmenes y más volúmenes. Esta insólita crisis editorial llegaba porque, de repente, en el país de Donald Trump se habían vendido un 20% más de libros que un año antes y se habían quedado sin materia prima. El 2020, pues, ha sido el del resurgimiento del libro -y del libro de papel y de las librerías de proximidad- en todo el Primer Mundo. Hemos dotado el libro del valor que tiene, por aquello que nos enriquece personalmente y nos aporta íntimamente.

Joseph Brodsky, el poeta que ganó el Nobel de 1987, dijo en una conferencia en los Estados Unidos: “No os quejéis nunca de los precios de los libros, ni del precio de la cultura en general, porque los libros son mucho más baratos que las facturas de los médicos, de los psicólogos y de los psicoanalistas, y hacen mucho mejor servicio”. No se trata, ahora, de entrar en competencia con el sector que nos ha curado del virus y que merecería el aplauso perpetuo. Pero sí que, como decía Brodsky, “si los políticos supieran los beneficios morales y mentales que los libros tienen sobre la salud de las personas, dedicarían más presupuesto a las bibliotecas y a la protección de los autores”. Si llegamos a tenemos gobierno en Catalunya y nombran a un conseller de Cultura, sería bueno que hiciera suya la propuesta y que estirara la partida, como mínimo, al 2% del presupuesto total de la Generalitat.

Xavier Bosch es periodista.

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