Se busca Señor Esteve. ¿Dónde está? ¿Exiliado? ¿Liofilizado? ¿Muerte? Elegir es opinar. Elijan. Me lo dice uno de su familia. En unos meses cierra la tienda. De esas de-toda-la-vida. ¿Por qué? Por mil razones. Pero él baja la persiana. Se habla mucho de Barcelona, pero no de los señores Esteves que lo han construido.
Santiago Rusiñol es el creador de la Barcelona nueva, moderna, internacional. Él es 1888. La Barcelona de los tenderos, menestrales, aprendices, burgueses, artistas. El auca del Señor Esteve es el gran acto de amor y sexo en la Barcelona nuclear. La que te lleva a 1929, 1992, 2025. Hoy ella es negada, manipulada, formateada, lobotomizada. La ciudad lavada, enjuague, blanqueada. Jabón!
No quieren que se conozca que la Barcelona de hoy vive de la Barcelona de hace más de un siglo. No hay Barcelona sin Rusiñol y Señor Esteve. Abra la puerta de aquella tienda: La Puntual. De vetas e hilos. Fundada por el abuelo Esteve. Pero el nieto Ramonet no quiere continuar: quiere ser artista. Golpe mortal. El Señor Esteve es el símbolo de la Barcelona del renacimiento industrial y neuronal del siglo XIX. De las personas que emigran del resto de Cataluña a Barcelona y hervir la olla. El choque intergeneracional. La dualidad entre el dinero y el arte. La tienda como balanza. Como el faro de una ciudad que iluminará al mundo. Por eso la obra es venenosamente estereotipada.
Han hecho creer que es una crítica feroz, hambrienta, caníbal de la pequeña y mediana burguesía barcelonesa. Y pintan al Señor Esteve como una mezcla de Lucifer, Charles Manson y Bin Laden. Pero Rusiñol lo escribió y dijo: gracias al Señor Esteve, Ramonet, podrá ser artista, como Rusiñol. Ficción y realidad se abrazan por el luto y hacen las paces eternas. Cuando muere el Señor Esteban. En el entierro: "No había hecho daño a nadie –dijo uno–. Ni había hecho ni podía hacer –dijo otro–. Y Ramonet, que salía lloroso, se detuvo ante una estatua y pensó "Yo haré". Y, recordándose del fallecido, añadió con el corazón agradecido: "
Sí, por eso hoy viene gente a Barcelona y se vende Barcelona. photocall y buffet libre del siglo XXI por cosas que se hicieron, que pagamos del bolsillo, en el siglo XIX y que siguen de pie: el Modernismo, Gaudí, Rusiñol... Y lo hacían en catalán. Los copiaron en todas partes. Lo han ido pagando aquellos Señores Esteves con capa de Superman de tienda de vetas e hilos luchando por unos cajones llenos de futuro. Con los superpoderes domésticos: "Serio, moderado, prudente, buen pagador y buen cobrador, y práctico", le definía Rusiñol. Páselo bien y esté bonito.
En Barcelona las tiendas pagan la fiesta de la muerte de la Barcelona deslumbrante, caleidoscópica, original, única... Muriendo. Y todo el mundo vindica las almas en pena. Las tiendas espectrales pagan la brillante historia de una ciudad. Ellas son la ciudad. Muertas ellas, muerta la ciudad. Y si las tiendas mueren es porque estaban vivas. Pero a la muerte, nadie le engaña y ella te ahoga. La muerte llama a la puerta: el problema no es que mueran las tiendas, sino que mueran las personas.
Joan Sales escribía en 1949 regresado a Barcelona: "Tenemos que regresar a las santas virtudes del Señor Esteban, tan afeitado por nosotros mismos pero tan noblemente catalán: el tesón, la insistencia. Si una puerta se cierra, diez se abren disimuladamente para quien no le llame pasos". ¿Dónde están las puertas y los Señores Esteban?