La mesa de diálogo reunir a la Generalitat
19/09/2021
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BarcelonaEl president catalán, Pere Aragonès, y el español, Pedro Sánchez, dieron miércoles el pistoletazo de salida a un proceso de negociación entre los dos gobiernos que nace en medio de muchas dudas e incertidumbres, asediado por contrarios a ambos lados, y con unos precedentes no muy alentadores. Aún así, este es un camino que se tiene que explorar a fondo, sobre todo después de las lecciones de octubre de 2017, y que, sobre todo, se tiene que afrontar con el máximo de seriedad y rigor por los dos lados.

Para empezar, y tal y como subrayan los expertos en mediación, hace falta que las dos partes se lo crean de verdad y actúen con sincera y verdadera intención de llegar a acuerdos. Esto, evidentemente, será mucho más difícil por parte del lado español, que está en la mesa con una situación jurídico-legal de superioridad respecto al catalán (para ellos, la Generalitat solo es un gobierno autonómico) y con pocos incentivos, sobre todo electorales, para hacer concesiones. La primera misión de los negociadores catalanes, pues, es convencer al gobierno español de que un acuerdo beneficia a los dos lados y que, al contrario, un fracaso los perjudica a los dos.

Los ejemplos de procesos de negociación complejos como este, en que las posiciones están tan alejadas y el elemento emocional está tan presente (con personas en el exilio, pendientes de juicio o que han pasado años en prisión), piden discreción y paciencia. Uno de los expertos entrevistados por el ARA sobre esta cuestión, Francisco Díez, explica cómo fracasó dos veces cuando tuvo que mediar, como especialista del Centro Carter, entre los gobiernos de Colombia y Ecuador, hasta que finalmente a la tercera tuvo éxito. Si las dos partes se lo toman seriamente, hay metodologías y experiencias que se pueden aplicar al caso catalán, que se diferencia de la mayoría, afortunadamente, por su carácter estrictamente democrático y pacífico, pero que trata sobre una cuestión, la soberanía, que ya ha sido objeto de negociación en muchos lados del mundo.

Esta negociación tiene alguna posibilidad de triunfar si se aborda con criterios profesionales, alejados del día a día y del tacticismo electoral de unos y otros. En este sentido, hay que subrayar que la división en el campo independentista y la ausencia de Junts de la mesa debilitan la posición de la Generalitat. El acuerdo de gobierno, que preveía dos años de margen para explorar la vía de la negociación, ha saltado a la primera de cambio y compromete seriamente la unidad del ejecutivo catalán. Los dos partidos tienen que encontrar ahora un nuevo equilibrio que permita rehacer la confianza mutua y proyectar la imagen de un Govern cohesionado. Tal y como remarcan tanto Roger Torrent como Jordi Sànchez en sendas entrevistas en el ARA, no hay ninguna intención de romper el Govern, ni por un lado ni por el otro. Aún así, no es serio que un gobierno mantenga posiciones tan alejadas en una cuestión tan troncal como esta. La paradoja, pues, es que quizás antes de afrontar una verdadera negociación con el gobierno español habrá que rehacer la unidad del ejecutivo catalán con la única receta posible para conseguirlo: el diálogo.

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