No puede ser que ahora falten plazas en la FP
No puede ser que ahora falten plazas de formación profesional (FP). Es inaudito. Llevamos años insistiendo en que la FP se tiene que normalizar como una salida perfectamente digna y necesaria, no solo como una alternativa al bachillerato. Pero de golpe, cuando por fin se produce un crecimiento importante de la demanda, lo que quiere decir que muchas familias y jóvenes han entendido que es una buena vía para adquirir una formación técnica que les abre el camino al mundo laboral, resulta que habrá muchos chicos y chicas que no podrán estudiar lo que quieren. ¿Cómo puede ser? ¿Nadie previó esta posibilidad? ¿Qué ha pasado? Visto el decalaje entre oferta y demanda, además de dar explicaciones, los responsables públicos tendrían que buscar soluciones efectivas para todos estos jóvenes. El hecho que no sea una etapa de enseñanza obligatoria no es excusa, como ha insinuado el conseller de Educación, Josep Gonzàlez-Cambray, para no actuar con la máxima ambición y celeridad para ampliar la oferta de plazas con el objetivo de que nadie se quede colgado. Si, como dice el mismo departamento, el incremento de demanda "es una buena noticia" (y no dudamos de que lo es), hay que estar a la altura y dar también una buena y efectiva respuesta. Se tiene que hacer así naturalmente en interés de los afectados, pero también del conjunto de la sociedad. Al fin y al cabo, el sector empresarial hace tiempo que reclama trabajadores de nivel medio con perfil técnico y bien formados. Un tipo de trabajadores del que vamos cojos en muchos ámbitos, lo que nos resta posibilidades de desarrollo.
De hecho, los ciclos medios de FP más demandados de cara al nuevo curso y donde se está produciendo más déficit de plazas son los del campo sanitario, en los que, en efecto, debido a la pandemia, las familias y sus hijos han detectado que faltan muchas manos. Eso es cierto, claro. En cambio, en los ciclos sobre hostelería y restauración, tradicionalmente muy solicitados, la demanda ha bajado sensiblemente. Pero es que todo esto, sin duda, era muy previsible. Y por lo tanto tendría que ser corregible a corto plazo. Si estamos en una situación excepcional, lo que es indudable, una situación que además ya vemos que se alargará, hacen falta actuaciones valientes e igualmente excepcionales. Tiene que ser así por sentido común y sentido práctico, pero también porque si esto no se corrige, muchos de ellos acabarán haciendo un bachillerato con desgana o una FP poco convencidos, de forma que entorpecerán la formación de sus compañeros y probablemente harán aumentar la tasa de abandono escolar prematuro, ya suficiente elevada en Catalunya, donde se sitúa en el 17,4%.
Así pues, este decalaje entre demanda y oferta de la FP nos lo tendríamos que tomar muy seriamente como una oportunidad para dar un salto adelante. Poner remedio con hechos es lanzar un mensaje a los jóvenes y a la sociedad en su conjunto, en especial al mundo del trabajo, sobre la importancia que colectivamente damos a la formación profesional. Porque sin duda una buena FP es una garantía de progreso económico para el país y de progreso personal para muchos jóvenes que de lo contrario corren el peligro de quedar al margen del mercado laboral e hipotecar su futuro.