Los paseos por las calles principales de la Barcelona anterior al Eixample pueden dar disgustos de seguridad, de suciedad, de dejadez. Podemos entender que la presión demográfica y turística a la que están expuestos hace difícil mantenerlos siempre en perfectas condiciones. Lo que me resulta incomprensible es la manía por esconder lo mejor que tienen y lo que representan. Todo el mundo habrá pasado por delante del edificio que hay al final de la Rambla, bajando a mano izquierda, sobre cuyos posibles usos se ha hablado mucho. Siempre las referencias están en "la fundición de cañones". Existe una placa que lo recuerda para los ciudadanos y para los turistas.
¿Era tan bonita la fundición de cañones? ¿Era un edificio neoclásico como el que se ve? ¿Parecía un palacete? Por supuesto que no. Se está escondiendo que el edificio que ahora existe era el Banco de Barcelona, exhaustivamente historiado, que fue el principal banco privado de todo el Estado, a excepción del Banco de España, y durante tres cuartos de siglo el principal de Cataluña. Su presidente era otro nombre desaparecido del centro de Barcelona: Manuel Gerona. Él fue el catalán más rico de la Cataluña del siglo XIX, y pagó el edificio de la Universidad de Barcelona y la fachada gótica de la catedral. Disponemos de una magnífica biografía suya y de su familia, escrita por Lluïsa Pla. No se explica la época más brillante de la historia económica y empresarial de Cataluña –el segundo tercio del siglo XIX y, en general, todo el siglo XIX– sin Manuel Girona.
Tampoco aparece Manuel Girona en el edificio que da a la plaza Medinaceli ya la plaza de la Mercè donde se encuentra actualmente el Registro Civil. Aquel edificio era su casa. Fue el palacio del Marqués de Santa Coloma, que la perdió por su endeudamiento, fruto de su afición al juego. Su principal acreedor –el padre de Manuel Girona– se quedó el palacio para cobrarse las deudas pendientes. Los Gerona construyeron el actual edificio. Lo único que se puede leer en el ángulo de la fachada del edificio, en la esquina de la calle Ample con la plaza de Medinaceli, era que había sido del marqués de Santa Coloma. Silencio sobre quién construyó el actual edificio.
Yendo un poco más allá, hasta la plaza de la Mercè, en un edificio que había estado de la Escuela Elisava y antes había sido décadas de la Cámara Oficial de Industria de Barcelona, ahora está el llamado Palau Martorell. Martorell fue el arquitecto que construyó el palacete. Pero, ¿quién encargó el palacete? No se dice en ninguna parte lo que había bien escrito en un discreto bajorrelieve en lo alto de la fachada hasta la última restauración, y es que era la sede de la Sociedad de Crédito Mercantil, la sociedad que encargó su construcción a finales del siglo XIX. Estaba en la órbita del marqués de Comillas. La Sociedad de Crédito Mercantil se había fundado en 1863 para participar en la promoción y construcción de los ferrocarriles. El edificio fue brevemente sede del Banc de Barcelona y durante décadas de la Cámara de Comercio y, sobre todo, de la Cámara de Industria. Un edificio que ha vivido momentos de esplendor que ahora ni se mencionan cuando se visita el actual palacio.
Podríamos seguir la pérdida de memoria colectiva si subiéramos hacia el Portal del Ángel, 22, y recordáramos que no hay ninguna referencia al hecho de que era la antigua sede de la Catalana de Gas, una de las compañías que hunde sus raíces y éxito en el brillante segundo tercio del siglo XIX, pero que va Natural– hasta que se desplazó a la torre que hay entre el Parque de la Barceloneta y el Parque Zoológico, junto al mar de la ronda Litoral, cambiando ahora el nombre por Naturgy. Poco costaría una placa de recordatorio del edificio, construido por Catalana de Gas en los años noventa del siglo XIX, que también tiene su origen en la introducción del alumbrado por gas en Barcelona. La compañía ha sido muy bien historiada por Pere A. Fàbregas, y la estirpe del fundador –Pere Gil y Babot y sus hijos, entre ellos Pau Gil y Serra, que dejó el legado con el que se construyó el Hospital de Sant Pau–, por Martín Rodrigo.
Todo ello nos recuerda lo perverso que es este esfuerzo de esconder por qué fueron construidos edificios importantes del centro de Barcelona, cuando deberíamos lucir el dinamismo económico, tecnológico y empresarial de la Barcelona del segundo tercio del siglo XIX, que se mantuvo y amplió su liderazgo hispánico hasta pasada la Gran Guerra. Manuel Girona fue absolutamente decisivo en el desarrollo económico de Cataluña. Lo fue por herencia patrimonial, por formación mercantil, por perspicacia inversora, pero sobre todo por su visión de futuro, concretada en la construcción de parte de la red ferroviaria, la construcción del canal de Urgell, la creación del Banco de Barcelona, la asociación en la promoción de negocios fabriles y mercantiles y en la financiación de la nueva universidad, entre otras.