La primera mujer que recibió el premio Nobel de Literatura fue una sueca. No es extraño, dado que es la Academia Sueca quien concede el premio. Pero Selma Lagerlöf, galardonada en 1909, fue mucho más que un fenómeno local. Sus novelas eran vendidas por centenares de miles en el norte de Europa y Estados Unidos. Y los dos tomos de Jerusalén, quizá su obra cumbre, reflejan el momento en que la vieja ciudad bíblica dejó de ser un villorrio olvidado en el imperio otomano y se convirtió, de nuevo, en una fuente inagotable de conflictos.
Los escasos viajeros que pasaron por Jerusalén a principios del siglo XIX describieron algo muy parecido a ese lugar misterioso y mísero en el que se desarrolla El inmortal, de Jorge Luis Borges. Poco más de 10.000 personas vivían, pobres e indiferentes, entre las murallas construidas en el siglo XVI por el sultán Suleimán I. Judíos, musulmanes y cristianos se amontonaban sin grandes conflictos en unas callejas ruinosas.
Un albanés llamado Muhammad Alí (ninguna relación con el boxeador, evidentemente) tomó el poder en Egipto, conquistó el flanco sur del imperio otomano y las cosas empezaron a cambiar. Bajo nueva gestión, Jerusalén se abrió a los extranjeros y en 1839 llegó a la ciudad el primer cónsul británico, William Turner Young. En las décadas siguientes, en especial después de que la guerra de Crimea (1853-1856) dejara al sultán de Estambul en deuda con Francia y Gran Bretaña, llegaron diplomáticos de todas las grandes potencias. Y con ellos, los problemas.
Entre las muchas historias fascinantes de aquellos años, la más asombrosa y conocida es la de Anna Spafford, una noruega establecida en Chicago que viajaba con sus cuatro hijas a bordo del vapor Ville du Havre cuando la nave naufragó, el 22 de noviembre de 1873. Las hijas se ahogaron. Sólo sobrevivió Anna. En poco tiempo, ella y su marido Horatio decidieron establecerse en Jerusalén y fundar, con otros fanáticos religiosos, la colonia americana, más conocida en inglés y con mayúsculas: American Colony.
Desde 1881, los americanos se dedicaron a la filantropía y a una vida conventual (hasta extremos delirantes) que atrajo a muchos otros peregrinos, convencidos de que el fin del mundo estaba próximo y convenía que a uno le pillara en Jerusalén, el lugar al que según las escrituras regresaría Jesús.
La sueca Selma Lagerlöf acudió en 1900 a visitar la colonia americana. Buena parte de su novela Jerusalén está inspirada en aquella secta y en las actividades de Spafford, cuyo apellido es transformado en Gordon. Pese a su fe, a su bondadosa descripción de los inmigrantes suecos y a que Jerusalén había dejado de ser un villorrio (ya había un tren que unía la ciudad a la costa y nacían nuevos barrios extramuros), Lagerlöf no pudo evitar que se reflejara en el texto un cierto espanto ante la pobreza y la turbulencia de una ciudad que ya superaba los 50.000 habitantes.
El propio Theodor Herzl, el fundador del sionismo, se horrorizó al visitar Jerusalén en 1898: “Cuando te recuerde en los días venideros, oh Jerusalén, no será con placer. El moho depositado por 2000 años de inhumanidad, intolerancia y suciedad yace en tus callejones pestilentes”.
Todo era conflicto. Católicos y ortodoxos mantenían constantes peleas, hasta el punto de que fue necesario entregar (hasta el día de hoy) a un musulmán las llaves del templo del Sepulcro. La afluencia de judíos ashkenazis por los pogromos en Polonia y Rusia había acabado con el tradicional dominio sefardí y generado odios tremendos entre las distintas sectas importadas de Europa.
Selma Lagerlöf se alojó en el segundo recinto de la colonia americana, ya extramuros. Era un gran edificio (cedido por un pachá sirio) que poco después abrió habitaciones para turistas y forjó su fama de “territorio neutral”.
En la Primera Guerra Mundial, cuando el Jerusalén otomano capituló ante las tropas británicas, se utilizó como bandera blanca una sábana del American Colony. Lawrence de Arabia jugó al fútbol en el patio del hotel. En las décadas siguientes, y en especial tras la guerra de los Seis Días (1967), cuando Israel conquistó Jerusalén a los jordanos, se convirtió (sobre todo el bar subterráneo) en centro de reunión de espías, periodistas y aventureros. El hotel está situado en la zona oriental de Jerusalén, territorio ocupado según la ONU. Sus propietarios siguen siendo los descendientes de aquellos fanáticos que obedecían a Anna Spafford.
Selma Lagerlöf tuvo una vida honorable. Luchó por el sufragio femenino, salvó del nazismo a escritores judíos y murió de un infarto en 1940.