Alberto Núñez Feijóo, en el mitin del PP en Marín (Galicia)
14/02/2024
3 min

1. Ruido. Empecemos por lo que es más banal. El revuelo que ha provocado Feijóo al incorporar en su discurso el tema tabú de la derecha: el indulto a Puigdemont y compañía, que ha dado pie a un concierto de politiquería barata, los socialistas intentando capitalizar el exabrupto y el PP tratando de apagar un fuego que despierta muchos fantasmas. Y sin embargo, la salida de tono de Feijóo tiene una explicación bastante elemental. Cada día es más evidente que demonizar a Sánchez para pactar con los independentistas no es suficiente para construir una alternativa política efectiva, con poder de atracción más allá del tándem PP-Vox. La imagen de Feijóo se ha ido haciendo pequeña. Después de tantos meses a piñón fijo ya no habla, sino que se lía. Y más aún cuando las alarmas apocalípticas que él señalaba cada vez quedan más lejos de una realidad catalana que ya está cerrando el paréntesis abierto en 2017.

El ruido sirve para maniobrar en un momento excepcional, pero convertirlo en la manera de estar en el mundo cuando la alarma no se corresponde con la realidad acaba desdibujando a quien lo practica. Parece que Feijóo se ha dado cuenta de que estaba a punto de hacer un Casado. En el PP ya hay quien ha perdido la paciencia y quien piensa que se avecina la hora del relevo para afrontar el momento que se abrirá tras la amnistía. Feijóo ha querido hacernos saber que él también era capaz de pactar con el demonio para poder gobernar, que las alianzas de riesgo para conseguir el poder no son vicio exclusivo de Sánchez. Es evidente que para construir una mayoría parlamentaria al PP no le basta con entregarse a Vox, necesita a Junts y el PNV. Con los vascos no hay problema. El pragmatismo es su esencia. Y quien gane unas elecciones los tendrá seguro si le prometen lo que pidan, con la ventaja de que, al ser Euskadi más pequeñito, la factura puede ser más baja. Y todo el mundo sabe que Junts, tarde o temprano, volverá a ir al espacio de la derecha. De hecho, ya ni Puigdemont se esconde.

Una vez alcanzada la amnistía, el destino de Junts estará marcado por sus orígenes: la derecha nacional catalana. Y, de hecho, parte de los poderes económicos locales ya hace tiempo que lo esperan. El problema es que no está claro ahora mismo que Junts tenga a alguien con la autoridad que tenía el president Pujol para hacer tragar a su electorado lo que toque en cada momento. Ahora con unos, ahora con otros, según convenga. Feijóo ha tardado en hacerse cargo de esa realidad. Y es probable que se despierte tarde, cuando en su casa ya lo den por amortizado.

2. Artificial. El otro tema de estos días es la revuelta del campesinado, el malestar del campo, fruto de una mutación del capitalismo que "la política no gobierna". La expresión es de Massimo Cacciari, en un artículo en La Repubblica, donde dice que "la investigación científica y tecnológica están impactando sobre la producción agrícola con una violencia análoga a aquella que, entre los 70 y los 80, revolucionó el sector manufacturero". Tenemos que leer lo que está pasando con la “onda larga del sentido general de la técnica contemporánea que tiende por naturaleza a convertir en artificial cada aspecto de nuestra vida. Incluso eso de lo que la vida se alimenta”.

3. Condición humana. Estos días he recuperado el libro de François Jullien Una segunda vida. La idea central sería que los humanos nacemos y crecemos sin saber muy bien qué hacemos ni por qué lo hacemos, hasta el momento en que empezamos a desbrozar camino por nosotros mismos y se nos abre la perspectiva de una segunda vida, que, sin romper con este comienzo que no hemos escogido, nos permite "empezar a sustraernos de los límites que creíamos fatalmente o por esencia dados y, así, empezar a existir". Esta idea Jullien la extiende a varios ámbitos de la experiencia. Parece que ahora mismo son las sociedades en su conjunto las que están entrando en una nueva vida que nos desborda. ¿Qué papel jugará lo que hoy llamamos la condición humana –la razón, la palabra, los sentimientos, los deseos, las pasiones que nos han ido constituyendo? Si podemos decir que en la economía el valor de cambio está reemplazando el valor de uso, también cabe preguntarse qué será de nuestra condición cuando ya ni siquiera podamos escoger qué queremos comer.

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