Jóvenes con oficio y beneficio

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Estudiantes de Formación Profesional

La crisis de las matriculaciones en la formación profesional (FP) este inicio de curso se habrá saldado finalmente, a pesar de los esfuerzos de la administración, con un notable desajuste entre la demanda y la oferta. Por un lado, 1.323 alumnos no tendrán plaza donde querían, mientras que habrán quedado 4.000 vacantes de ciclos poco apreciados por los jóvenes. Los dos más solicitados han sido el de auxiliar de enfermería (por razones obvias: la pandemia) y el grado medio de sistemas microinformáticos y redes, el segundo más solicitado en Catalunya. En los dos casos el trabajo está prácticamente asegurado, lo cual tiene un alto valor visto el nivel de paro juvenil que tenemos: un 33,5% entre los jóvenes de 16 a 24 años. En cambio, también los hay que son muy atractivos para jóvenes pero de difícil inserción laboral, por ejemplo el de técnico de deporte o DJ. Y finalmente hay especialidades muy requeridas por el mercado pero que incomprensiblemente no encuentran chicos y chicas que se quieran formar en ellas, como por ejemplo electrónica, fabricación mecánica o eficiencia energética. Estas distorsiones de fondo, sumadas a un aumento repentino de la demanda postpandémica de la FP, ha producido la situación indeseable que supone dejar en el limbo a jóvenes (y sus familias), sin otra alternativa que estudiar algo por lo cual no sienten vocación o perder un curso. La posibilidad de optar por formarse por vía telemática a través del Institut Obert de Catalunya, tal como se ha ofrecido a cambio, tiene una limitación obvia en un tipo de formación muy ligada a la experiencia.

Estamos, en cualquier caso, ante una crisis de crecimiento. La FP, durante demasiados años etiquetada peyorativamente, empieza a ganar prestigio. Pero no nos podemos permitir otra sacudida como la de este inicio de curso, ni individualmente ni como sociedad. El mercado laboral catalán necesita muchos perfiles técnicos que salen de la FP. No hace falta que todo el mundo vaya a la universidad. Este lamentable episodio hay que aprovecharlo para dar un nuevo impulso a la formación profesional mejorando la oferta (en la medida que se pueda, pública; si no, concertada), subiendo el listón de estos estudios y fortaleciendo la relación con los sectores productivos a través de la formación dual y los estudiantes en prácticas.

Hoy, a alguien que ni trabaja ni estudia le llamamos nini. Antes, se les habría dicho que no tenían "ni oficio ni beneficio". Para tener un oficio tiene que haber trabajo, claro, pero como condición previa hace falta una formación, hay que adquirir el oficio. Antiguamente, antes de la educación obligatoria y la formación reglada, estaba la figura del aprendiz. Una figura que ahora, sin perder el valor del sistema educativo, se está recuperando a través de la formación profesional dual y de los estudiantes en prácticas, a pesar de que en muchos casos no remunerados. El camino, en todo caso, está trazado. Queda claro que la FP empieza a estar prestigiada y que, por lo tanto, tiene demanda. Se trata, pues, de aprovechar esta oleada para dar un salto adelante ajustando al máximo la oferta y la demanda –avanzar la preinscripción a marzo es una buena medida–, evitando líos como el de este inicio de curso y fortaleciendo el sistema con un trabajo conjunto desde los mundos educativo y empresarial.

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