Ole tus huevos
El título del artículo es para leerlo con énfasis y con una pausa dramática entre el "ole" y el "tus huevos". Ya me perdonarán. Pero el panorama es de ole, ole, ole.
La selección española femenina de fútbol es campeona del mundo. Las mujeres que la componen se han situado en la cumbre del deporte mundial, pero el protagonista desde el final del partido en el que se impusieron a Inglaterra es un espécimen de macho hispánico que ni Torrente lo iguala.
Recapitulemos: el tal Luis Rubiales, presidente de la Federación de Fútbol, se agarra el paquete con énfasis taurino para celebrar la victoria en el palco donde está representando a todo el fútbol español y le dedica un “¡Ole tus huevos!” al entrenador. Terminado el partido, se pasea por el césped con una jugadora, Athenea del Castillo, sobre un hombro después de haber cogido con las dos manos la cabeza de otra, Jennifer Hermoso, para darle un beso en la boca –sin ningún permiso– seguido de varias palmaditas en la espalda.
Como el hombre no entiende el revuelo creado en la opinión pública, estupefacto pide disculpas por haberse tocado en presencia real. Acto seguido, presiona a la campeona del mundo, la señora Hermoso, para que quite importancia “al piquito” (“mi puesto está en juego, hazlo por mis hijas”), y como no recibe satisfacción, se inventa (¡sí, se inventa!) unas declaraciones de la jugadora apoyándolo.
Con la ayuda de los periodistas habituales del mamoneo (ya me perdonarán, pero hoy no puedo contenerme) al estilo de qué-buenas-están-las-suecas-en-Torremolinos, el señor presidente de la RFEF comparece ante una asamblea que tiene controlada. El discurso demostró que el tal Rubiales no había entendido nada, pero el silencio y los aplausos de los presentes resultan tan tóxicos como el de los abusadores. Abusadores de poder, abusadores sexuales. Abusadores.
Detengámonos en el discurso porque vale la pena y no es ni ingenuo ni inocente. El tal Rubiales intentó conectar con una arenga populista y machista al estilo de Vox para provocar una reacción, literalmente una reacción sociopolítica, a su favor. Primero dijo que el beso fue "sin deseo", como el que podría dar "a una de mis hijas". Si no hay deseo, ¿era para hacerle un favor a la jugadora? ¿Debería sentirse honrada por haber sido elegida por el torero? Rubiales mintió diciendo que había sido un gesto “espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”, cosa que ha desmentido la afectada.
Pero el discurso fue aún más allá cuando apeló a los machos y a las mujeres que en el siglo XXI están en busca de la identidad perdida. Muchos de ellos en torno a la extrema derecha y del ultraconservadurismo religioso.
Rubiales aseguró que es víctima “del falso feminismo, que es un gran lastre también en este país”. "Como españoles, hay que hacer una reflexión de hacia dónde vamos", y lo remató con "el falso feminismo que no busca justicia ni verdad". Rubiales se declaró víctima de una “cacería” en la que falsas feministas “a quienes no les importan las personas” intentan “matar a un hombre” y perpetrar “un asesinato social”. Ole, ole, ole.
Pero ni así. En Vox están de vacaciones, o más bien los hechos están grabados en unas imágenes que no engañan y las jugadoras han recibido el apoyo del mundo civilizado. Este sábado, la FIFA ha reivindicado el respeto a las jugadoras inhabilitando a Rubiales e impidiéndole que se acerque a la jugadora Jennifer Hermoso.
Una concepción del poder
El presidente de la RFEF representa una cierta concepción del poder que no está vinculada a la responsabilidad sino al abuso de las prebendas. Sitiado por la corrupción, Rubiales no puede ni creer que lo que él y los suyos ven como una anécdota pueda acabar con su carrera. Que no sea ni la investigación de Anticorrupción por los acuerdos por la Supercopa con Arabia Saudí, ni la denuncia de su ex jefe de gabinete por el pago con fondos de la federación de una “fiesta con 8 o 10 chicas jóvenes” que Rubiales calificó de “reunión interna de trabajo” en agosto.
Tras la polémica de los ingresos federativos por la Supercopa saudí, Rubiales dejó de cobrar un porcentaje de los ingresos de la RFEF, pero cobra un fijo de 675.000 euros al año y un extra de 3.000 mensuales para vivienda.
El pobre está estupefacto. Ni entiende ni entenderá que es una cuestión de respeto. Que las jugadoras son individuos libres, respetables, extraordinariamente competentes, que no le deben nada a él ni a ninguno de los que ejercen su paternalismo baboso. Hoy se reivindican más que nunca las jugadoras que se negaron a ir al Mundial pidiendo mejoras de sus condiciones mientras se las tildaba de caprichosas e inestables.
Ya basta o, como dice la gran Alexia Putellas, "se acabó". La reivindicación de respeto por las mujeres es antigua (escuchen a Aretha Franklin) e incontenible. Las futbolistas han permitido que el resto de mujeres den un paso de gigante. Los y las que aplaudían en la asamblea de la RFEF son los mismos que justifican los abusos de poder o sexuales en cualquier ámbito profesional. Los del “no hay para tanto”, “exageradas”, “mal foll***” hoy no entienden nada. La valentía de las que reclaman respeto (y de los que las apoyan) les pasará por encima.