La pandemia silenciosa de los trastornos mentales también debe detenerse
Los testimonios de los jóvenes, familiares y psicólogos del dossier de hoy iluminan una situación que se intuía, se avisaba, pero no se había hecho todavía lo suficiente visible. Los trastornos mentales han crecido entre la población general a raíz de la pandemia y el confinamiento, pero entre los más jóvenes este crecimiento ha sido especialmente preocupante.
En Sant Joan de Déu han visto cómo este último año crecía en un 50% el número de casos en urgencias y se doblaba el de jóvenes y niños que llegaban con autolesiones. Los casos más graves han acabado yendo hacia los hospitales, pero hay muchísimos que no se han diagnosticado. Justo ahora el sistema de salud empieza a estar distensionado, pero la salud mental, como ha pasado en otras patologías, ha quedado mucho tiempo en un segundo plano ante la urgencia de la pandemia. El covid se lo ha comido todo, y el control de estos trastornos que podían tener los médicos de familia o pediatras quedó interrumpido por la emergencia. Las visitas se tuvieron que hacer a distancia, virtuales, o se suspendieron, y el confinamiento hizo recular en muchos casos los tratamientos psicológicos en marcha, lo que provocó todavía más ansiedad.
Es significativo que la mayoría de los testimonios con los que hemos podido hablar han acabado pidiendo y recibiendo ayuda de entidades u organizaciones privadas. Desde el sistema público no hay suficientes recursos para hacer frente a esta nueva oleada pandémica y este es un problema añadido porque quiere decir que amplios sectores de la población, los más vulnerables porque no tienen recursos económicos o educativos para poder acceder a ello, pueden quedar sin asistencia si no reciben el asesoramiento necesario. La precariedad económica y la incertidumbre y ansiedad que provoca son también unas de las causas de los trastornos mentales, o al menos de su agravación, y la situación actual lo ha ido poniendo en evidencia. Por eso, los expertos reclaman más recursos para poder atender los casos leves antes de que lleguen a agravarse.
Durante el último año, con escuelas cerradas, la primaria colapsada y el confinamiento domiciliario ha sido muy difícil poder actuar preventivamente, pero este tiene que ser el objetivo a partir de ahora. Hay mucho por mejorar en la atención a la salud mental, y el Govern es consciente de que habrá que abocar más recursos en esto. Más psicólogos, cambios en la organización, sobre todo en cuanto a la transición de la edad infantil a la adulta, y, posiblemente, una colaboración más grande con las entidades privadas que se dedican a esto, la mayoría tan caras que muchas familias no pueden acceder a ellas o se tienen que hipotecar para hacerlo.
Por supuesto, también es urgente romper el estigma que la salud mental tiene entre la población. Se trata de enfermedades que afectan a mucha gente, jóvenes y mayores, que se tiene que afrontar de cara y de las que se tiene que hablar mucho más, porque este puede ser un primer paso para combatirlas.