Sobre el parque de Jordi Vilamitjana de Girona

En la peluquería habitual, cerca de la estación de tren de alta velocidad de Girona, una tarde de verano tórrido, el peluquero le pregunta a mi hija a qué escuela ha ido. Los siento de lejos, pero él le espeta: “Esta escuela que dices es aquella que está tan mal colocada junto a la rotonda, ¿verdad?” Y yo, que estaba de vacaciones y en “modo madre”, no puedo evitar conectar con la deformación profesional y reconozco, internamente, que ha acertado: la escuela debería hacer barrio, y habría sido mejor colocarla en un lugar de máxima urbanidad, con mejor acceso a pie y en autobús que en coche, y con buena conexión con el parque y el río, que bordean el otro lado de la calle. Que a la salida de la escuela el alumnado pudiera correr por el parque en lugar de por medio de un aparcamiento: nunca es buena idea juntar cuerpos pequeños impredecibles con vehículos que pesan toneladas. Cuando alguien pregunta dónde está la escuela, la indicación es la rotonda, y no el puente, la rambla, el río o las casas, lo que indica que mentalmente todo el mundo entiende que es uno detrás y no una parte estructural del barrio. En este caso, el peluquero hizo una observación urbanística más perspicaz que la de los redactores del plan, que debieron pensar más en el valor y la ubicación de los pisos que en la ubicación y forma de las reservas de suelo para sistemas para que los números del plan encajaran. Pero es que hacer un nuevo trozo de ciudad es muy difícil.

La suma de comportamientos predecibles o imprevistos hacen de la urbanidad una condición difícil de diseñar. Desde quienes conducen autobuses hasta quienes rigen bares, pasando por quienes pasean al perro o las adolescentes que vuelven de noche a casa, todos tienen perspectivas de la ciudad que siempre superan las previsiones que pudieran hacer los planes. La técnica urbanística debe saber anticipar estos usos y voluntades, y no escatimar al desarrollar el propósito de las transformaciones, pero la ley de urbanismo es implacable y obliga a concretar los planos con dibujos, cuadros de superficies y cálculos de cesiones, reservas y aprovechamientos que dificultan discutir sobre la esencia del planeamiento. Vamos directos a los dibujos ya los cuadros; estos documentos técnicos terminan siendo la base de la discusión ciudadana.

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Estos días la polémica urbana de Girona versa sobre el futuro urbanístico del nuevo Hospital Trueta y sus entornos. El ayuntamiento ha presentado un plan que dibuja unos bloques de pisos sobre un parque existente, y la asamblea de entidades acusa al ayuntamiento de querer sacarle un rendimiento económico y desmontar un parque que ya tiene varios años.

Voy a menudo, yo, a este parque. Está en el extremo sur de la ciudad, al final de Can Gibert del Pla y tangente a la zona “industrial” de Mas Xirgu. Escribo "industrial" entre comillas porque las parcelas están llenas de cajas de zapato que son restaurantes de comida rápida, supermercados o cadenas de ropa; fábricas, pocas. Es un pedazo de ciudad inacabado, con los campos todavía cultivados en la avenida de la Pau, donde tendrá que estar el nuevo Trueta. Y fronterizo con Salt, que tiene unas dinámicas sociales opuestas en el acomodado Barri Vell de Girona.

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Existen edificaciones promovidas por la Fundación del Patronato de la Santa Cruz, con unos jardines abiertos a todos y que tienen un potencial bestial. Cabe decir que esta entidad privada ha construido más viviendas asequibles en Girona que la Generalitat o el propio Ayuntamiento, qué mérito. El barrio tiene potencial porque hay muchas zonas verdes y pocos edificios altos, lo que aporta mucha luz al interior de los pisos y sol en las plazas, que siempre están llenas de niños. No es un barrio afluente de Girona, pero tiene una forma generosa, con mucho espacio entre fachadas y muchas esquinas interesantes, llenas de balcones, terrazas y porches.

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Ya era hora de que los debates urbanos salieran del confortable discurso sobre la gentrificación del Barri Vell. A mí no me parece mal edificar sobre la zona verde y mantener el arroyo Marruecos sin construcciones. Esta operación permitirá ceder suelo de equipamiento para que quepa el nuevo Trueta, que estará a caballo de Salt y Girona y completamente rodeado de jardines. En Can Gibert y en las inmediaciones del Hospital de Santa Caterina caben más residentes, que aportarán usos a los comercios y obligarán al ayuntamiento a tener más cuidado de todos estos solares vacíos y plazas que deben tener más juegos infantiles, más arbolado, y algún tipo de limpieza periódica. Otra cosa es la forma que deben tener estas nuevas viviendas. Anticipo que creo que no deben ser bloques monolíticos, sino que estaría bien que tuvieran pisos en esquina, con mucha fachada y espacio para pasar el verde. Podrían ser más bien torres plurifamiliares que bloques, y convendría que no privatizaran sus zonas verdes, como ocurrió con el icónico edificio Urbis. Ni que decir tiene que sustituiría las rotondas por cruces. Reivindico esto; pensar en la calidad urbana.