El peligro de trabajar a 35 grados

No tendría que estar permitido trabajar a temperaturas tan altas que pongan en riesgo la salud. Las muertes laborales debido a la subida de los termómetros son perfectamente evitables. Resulta lastimoso constatar como en pocos días se han producido dos en Madrid, la de un empleado del servicio de limpieza de la capital española y la de un obrero de una nave industrial en Móstoles. No se tendría que haber permitido que esto pasara y, por lo tanto, el Ayuntamiento de Madrid y la empresa afectada no pueden inhibirse. Tienen que asumir su responsabilidad. Que como mínimo estas dos pérdidas absurdas e injustas sirvan para evitar casos parecidos en el futuro. Un futuro en el que los episodios climáticos extremos irán a más y nos tendremos que adaptar en condiciones.

Salvo las fábricas, donde el límite de calor está establecido en los 35 ºC, ni Catalunya ni España tienen una legislación que prevea un máximo de temperatura en los trabajos, ni en el interior ni en el exterior. ¿Cómo puede ser? Ahora que, con el cambio climático, las olas de calor son cada vez más frecuentes –además, de media la temperatura en Catalunya ha subido 1,8 grados desde 1950–, estamos ante la necesidad evidente de regular esta realidad en el mundo del trabajo. De hecho, resulta sorprendente que todavía no se haya actuado en este sentido.

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Si nos atenemos a los datos, es una urgencia. Según el Instituto de Salud Carlos III de Madrid, dependiente del ministerio de Sanidad, solo entre el 10 y el 18 de julio han muerto 510 personas en el Estado debido a la subida de los termómetros. En todo el 2021, se contabilizaron 1.298. No sabemos cuántas se produjeron en entornos de trabajo. Lo que sí que sabemos, según un estudio publicado por el Col·legi d'Aparelladors, Arquitectes Tècnics i Enginyers d'Edificació de Barcelona y elaborado con datos de toda España por Estudi IS Global, es que la siniestralidad laboral se ha disparado un 10% debido a las altas temperaturas. Los accidentes más habituales son los golpes de calor y las quemaduras, y los sectores más afectados, la agricultura y la construcción, los dos con trabajos mayoritariamente al aire libre. Otros estudios demuestran que por encima de los 28 ºC el número de accidentes derivados de errores humanos y actos inseguros crece significativamente.

Es verdad que todas las empresas tienen –o deberían tener– servicios de prevención, internos o externos, además de revisiones médicas. Unos y otros tendrían que servir para evitar excesos en la temperatura ambiente de trabajo. Pero, por lo visto, no son suficientes. De aquí la necesidad de fortalecer la legislación y de poner los medios –inspecciones, campañas de concienciación, etc.– para que se cumplan. Las personas adultas pasan muchas horas en el trabajo, donde tienen el derecho a unas condiciones climáticas dentro de unos parámetros de normalidad. En este sentido, si, por un lado, es imprescindible actuar contra los episodios de calor, por otro, hace falta no caer en el abuso de los aires acondicionados: resultan igualmente problemáticas las temperaturas demasiado bajas, las cuales acaban provocando contrastes igualmente perjudiciales para la salud, además de un gasto energético insostenible.