La percepción y la realidad migratoria

Gran parte del debate social y político de los últimos tiempos se ha centrado en la cuestión de la inmigración. Y de forma más intensa ahí donde hay más, como es el caso de Catalunya. Se trata de un debate que se construye a partir de la experiencia vivida, de la información –o desinformación– que se recibe y de los prejuicios que se tienen. Y es difícil discernir qué contribuye más a conformar nuestra opinión final. Por eso es necesario recibir muy positivamente cualquier estudio que aporte datos al debate, tal y como lo hace la última Encuesta sociopolítica del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat de Catalunya.

La experiencia vivida es inevitablemente sesgada debido a la limitación de los mundos con los que nos relacionamos: el vecindario, quizás una escuela, de vez en cuando el centro médico... Los sesgos que introduce la información recibida son aún mayores. Las redes sociales y sus algoritmos los favorecen, pero también los medios de comunicación tradicionales con sus agendas ideológicas que explican –o silencian– lo que consideran que va a favor de la opinión con la que se sienten comprometidos. Por último, están los prejuicios –que, como dice la palabra, son juicios previos–, que suman a los dos factores anteriores el peso de nuestra posición social –en riesgo o asegurada–, componentes emocionales –como el miedo al extranjero o las inclinaciones solidarias–, las expectativas personales –logradas, frustradas o en proyecto– y, en definitiva, todo tipo de percepciones subjetivas.

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Es precisamente en el análisis de nuestros prejuicios –moralmente positivos o negativos– que la citada encuesta del CEO es especialmente útil. La mayor parte de las preguntas son sobre la percepción que tenemos de la realidad migratoria. La realidad objetiva es otro asunto que debe ser descrita con otras herramientas –no sin dificultades–, y que sería muy interesante contrastarla con las percepciones. Por ejemplo, en el caso de si la inmigración provoca una bajada de los salarios, si quita trabajo a los autóctonos, cómo impacta en los servicios públicos, si la aportación en impuestos es superior o inferior a los servicios que recibe o si afecta a la calidad escolar. Prejuicios aparte, ¿sí o no?

A la encuesta se le puede discutir que limite la categoría de inmigrante a los nacidos fuera de España y deje fuera a los que son españoles no nacidos en Catalunya. Es una decisión relevante. O que, entre más cuestiones, ignore uno de los elementos más polémicos asociados a las migraciones, que es el relacionado con la seguridad. Pero es interesante en otros muchos aspectos. Por ejemplo, que sea un 16% de los nacidos en Catalunya quienes más consideren que se trata mal o muy mal a los inmigrantes –y no a los nacidos fuera de España, un 12%–, podría mostrar el impacto del moralismo woke en la opinión general. O en general –y demostrando que a las percepciones no se les puede exigir coherencia lógica–, sorprende que aunque cerca de la mitad de todos los encuestados –¡incluidos los nacidos fuera de Catalunya!– piensan que el volumen de inmigración es excesivo, no se tiene ningún inconveniente en decir que a la vez favorece el desarrollo económico (56%) o que la vida cultural se enriquece (59%).

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Las implicaciones políticas de estos prejuicios son interesantes, aunque no sabemos si, por el contrario, son las adhesiones políticas las que condicionan las percepciones. En muchas cuestiones, pongamos por caso, es destacable la proximidad entre CUP y Comuns, desbordados de percepciones buenistas. Y particularmente, en este terreno me ha interesado la importancia que se da a hablar catalán como factor de integración según la simpatía a los partidos. Así, resulta que el 74% de los próximos a Junts creen que hablar catalán es importante para integrarse, mientras que solo lo es para el 55% de los próximos en ERC. Unas cifras que descienden estrepitosamente para quienes tienen simpatía por el PSC (28%) o por los Comuns (25%), que en ello coinciden con los de Vox (25%). Entre la población en general, atención, solo el 44% cree que hablar catalán es un importante factor de integración. ¿Es aquí por donde va el enriquecimiento de la vida cultural?

La encuesta merece una atención experta y detallada, que es de esperar que harán los partidos políticos, las organizaciones que trabajan en el campo de la inmigración, el mundo sanitario, el escolar –al que la encuesta también está dedicado– o el laboral. Fundamentalmente, para ajustar las percepciones a la realidad, sin autocensuras condescendientes, mentiras piadosasni excesos alarmistas. Y todo para favorecer la difusión de información objetiva, aunque escueza, y para mejorar las tomas de decisión. Endulzar la realidad con prejuicios con un sesgo moralmente positivo ya sabemos que produce el efecto contrario al esperado.