Pedro Sánchez en la presentación de la Fundación Avanza.
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La iluminación regeneradora que tuvo Pedro Sánchez en sus cinco días de retiro es interminente y se enciende a ratos. El fulgor reformador tiende a enturbiarse, o directamente a apagarse, cuando el presidente español debe enfrentarse a un poder judicial que se le ha declarado abiertamente en rebeldía con la ley de amnistía. Pero brilla con mayor claridad cuando se trata de salir al paso de la prensa y los creadores de opinión del nacionalismo de ultraderecha, es decir, todo el entorno mediático del territorio PP, Vox y alrededores. O, dicho todavía con otra palabra, el foco de intoxicación de la opinión pública que el propio Sánchez bautizó con el nombre de la fachosfera.

Para librar esta batalla, Sánchez ha hecho públicas esta semana dos medidas. Por un lado, una revisión a fondo de las ayudas que reciben ciertos medios digitales (a los que se refirió como “pseudomedios que carecen de lectores”). Quizás no tienen lectores, pero sí tienen un papel determinante en la elaboración y puesta en circulación de hechos alternativos, noticias falsas y difamaciones. Por otro, presentó la Fundación Avanza, uno think tank progresista (quizás más bien progre) que es una contrafigura evidente de la FAES aznariana y que quiere combatir las bolas (los bulos) que surgen de la fachosfera por la vía de la confrontación más o menos intelectual directa. Y hacerlo, cómo puede leer en la crónica de David Miró, desde el poder: “no basta con tener razón, también hay que ganar”, afirmó Sánchez. Y también: "La mejor manera de combatir la extrema derecha es gobernante". La idea que tiene Pedro Sánchez del poder es paralela a la que tenía Cruyff sobre el balón: hay que tenerlo, retenerlo. Esta actitud exaspera a la derecha, hasta el punto de hacerles cometer errores en su estrategia de desgaste del presidente socialista, como anunciar, desde su llegada al poder, que duraría poco (lleva seis años). Sánchez tiene claro que no quiere seguir la suerte de Antonio Costa, el presidente portugués al que la derecha acorraló a base de lawfare y difamaciones en la prensa hasta que lograron hacerlo dimitir. Podrá tenerlo como interlocutor en Bruselas, ahora que Costa ha sido nombrado presidente del Consejo Europeo. Sánchez ha decidido promocionarse como líder progresista internacional, el referente europeo en la lucha contra la extrema derecha: ya dijo él mismo que tiene la vanidad de preocuparse por cómo pasará a la historia.

Todo esto puede ser entretenido, pero tiene el inconveniente de que, mientras se le enciende el piloto de la lucha contra la derecha global, a Sánchez se le apaga el de la pluralidad de España. Todo el invento de la Fundación Avanza, si es que cumple su nombre y va adelante, vuelve a ser de un madrileñismo que tumba de espaldas (incluso con lenguaje propio, ese que hemos utilizado en este artículo: perro, bulo, fachosfera, etc). Y olvida que las primeras víctimas del lawfare y de las mentiras de la extrema derecha siguen siendo los independentistas catalanes, sus socios, tan indeseados como imprescindibles.

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