La pirotecnia de Pedro Sánchez

Cree que hasta que él no se levanta el sol no sale. Este dicho resume bien el talante de Pedro Sánchez, que ha logrado situar todos los focos sobre él gracias a la insólita performance de la semana pasada, cuando dimitió de sus obligaciones durante cinco días, encerrado en la Moncloa, e hizo ver que meditaba sobre su continuidad como presidente. Fuera, el PSOE aguantaba la respiración fiándolo todo a la única carta que tienen, y el PP tenía el cava en la nevera para celebrar ese desaguisado.

El resultado de estos días de reflexión no podía ser más decepcionante. Su comparecencia del lunes generó una gran perplejidad por el vacío de su contenido. Se lamentó de ser víctima del juego sucio y las maniobras orquestadas por bajos fondos, pero desde las escaleras de la sede del gobierno de España fue incapaz de formular una sola propuesta regeneradora. Pedro Sánchez certificó que en cuyo estado él es presidente no se respetan las reglas del juego democrático. Nada menos. Este mensaje, dicho con toda la solemnidad y sin ir acompañado de ninguna medida ni propuesta alguna, es una demostración de impotencia en toda regla, que lleva a preguntarnos quién manda realmente en España.

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Viendo que la jugada no había acabado de entenderse, porque ni los más entusiastas comprendieron la jugada maestra exhibida por Sánchez, que se saltó la neutralidad exigible en campaña electoral, intentó defenderse mejor en una entrevista en prime time, esa misma noche en Televisión Española. Las explicaciones del presidente del gobierno fueron tan esclarecedoras como frustrantes. Confirmó que todo era sólo táctica, era pura pirotecnia para movilizar a la gente que le quiere apoyar. "Estaba buscando la respuesta de la ciudadanía", admitió.

Pero lo que superó todos los límites del cinismo político fue cuando dijo que "Si hay alguna autocrítica que debo hacer es la de no haber visto ni haber actuado antes ante este problema". ¡Santa Lucía le conserve la vista! Las cloacas del Estado no descansan nunca y tratan a los adversarios políticos como enemigos a eliminar, orquestando todo tipo de maniobras por tierra, mar y aire, difamando, y degradando a las personas con campañas e informaciones falsas, o utilizando las instituciones y los tribunales para perseguir por vía civil y criminal a todo el que moleste. Sin ir más lejos, es durante la presidencia de Pedro Sánchez que el CNI habría espiado el móvil del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y de docenas de independentistas más, pero resulta que no es hasta ahora cuando ha tomado conciencia del problema de fondo que tiene España.

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El lawfare no ha empezado con Pedro Sánchez como víctima. La lista de ejemplos no tiene fin, sobre todo en las filas independentistas. En la entrevista citó algunos ejemplos, como el caso de Mónica Oltra, Carmen Calvo o Ada Colau, pero no mencionó a ningún independentista, aunque hemos sufrido prisión y exilio, espionaje, el acoso del Tribunal de Cuentas, inhabilitaciones, seguimientos ilegales, inspecciones de hacienda arbitrarias y continuas campañas de degradación personal, con noticias falsas de todo tipo, amplificadas por medios de aquí y de allá, como ocurre ahora con una delirante acusación de terrorismo. De la derecha todo el mundo sabe que podemos esperarlo todo y más, pero habría que preguntarse dónde estaban la mayoría de dirigentes socialistas, también los de Catalunya, cuando todo esto ha estado pasando. Han mirado hacia otro lado y han alardeado de un estado de derecho que funciona a tiempo parcial.

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La habilidad de Pedro Sánchez para reinventarse está fuera de dudas. Durante años lo ha disfrazado con un manual de supervivencia, lo que en la práctica significa que ha estado dispuesto a pagar el precio de la incoherencia y la contradicción. Defendió algo por la mañana y la contraria por la tarde, sin despeinarse. Ha basado su práctica política en la táctica y en la emoción, buscando siempre el golpe de efecto, pero esta vez no le ha salido bien. Con su maniobra ha perdido lo que más vale en política, que es la credibilidad. Ha jugado demasiado con los sentimientos de la gente para buscar sólo el beneficio político personal, pero esta vez se le ha visto el plumero. La política es también emoción, pero no sólo. No es suficiente con jugadas maestras y pirotécnica para seguir chutando el balón adelante. La política en mayúsculas son propuestas para mejorar y transformar la sociedad y fortalecer la democracia. La gran suerte de Pedro Sánchez es que tiene una alternativa que es peor; la derecha y la extrema derecha española nunca fallan y pueden convertir a un oportunista en un virtuoso.