Rosalía en un concierto
29/07/2025
3 min

El lunes, el diseñador de moda Miguel Adrover compartió un post en Instagram con unas capturas de pantalla. Se podía leer un correo electrónico en el que la representante de Adrover declinaba la oferta de crear un traje a medida para Rosalía. El motivo: "Miguel no trabaja con ningún artista que no haya apoyado públicamente a Palestina". En la descripción del post, Adrover especificaba que nada tenía personal contra el artista; de hecho, celebraba sus logros y confesaba su admiración (admiración que compartimos). Aunque algunos han calificado a Adrover de oportunista (la crítica a alguien mainstream como un intento de situarse en el foco mediático y sacar rédito personal), a mí me interesa el debate que abre: de qué sirve y para qué es importante posicionarse.

Desde octubre de 2023, varios activistas han intentado explicar por qué el silencio es una forma de complicidad con el horror. Hay toda una genealogía al respecto: desde Hannah Arendt —que detectaba en el exterminio nazi un mal absoluto que se articulaba a través de la obediencia silenciosa, y que convertía a los otros, los exterminables, en seres desposeídos de humanidad—, hasta los activistas de Act Up —que, luchando contra el estigma del sida, popularizaron el lema Silencio=Muerte, en el que la ecuación se invertía con Acción=Vida—, pasando por la sentencia inmejorable de "Audre Lo una metodología que quería transformar el silencio en lenguaje y movilización–. Silencio significa complicidad porque la pasividad con la que funciona es, paradójicamente, una forma activa de aceptación del estado de las cosas, y las estructuras de poder se mantienen intactas, precisamente, gracias al silencio.

El poder, como la norma, a menudo opera más por lo que no dice que por lo que dice explícitamente: de esto trata, en parte, el pensamiento filosófico de Michel Foucault, de señalar cómo el poder y la norma han calado en nuestros cuerpos sin darnos cuenta y cómo las instituciones (escuelas, hospitales, prisiones...) los reproducen sin que seamos conscientes de ello. Dicho de otra forma: el silencio está lleno de discurso.

Aquí es donde entra la derecha, e incluso la izquierda más cínica –aquella que sólo se posiciona cuando le interesa y le genera beneficio, capital simbólico–, acusan de wokismo los que insisten sin cesar en repetir el mensaje, diciéndoles: "es inocuo", "da pereza", "ya os hemos entendido", "el arte es arte", "no mezcle". A la derecha, poco que decir: tenemos marcos de pensamiento opuestos. A los de la izquierda cínica, les diría que conocemos bien la espiral de intereses propios y defensas personales con las que operan: al igual que Rosalía calla para no perder lo que tiene en juego (su carrera mira a Estados Unidos, mano derecha de Israel), aquellos que normalizan el silencio, el de ella o el propio, también tienen algo en algo. ¿Cómo pueden decir que el silencio es neutro, si el suyo está cargado de intereses?

Tengo la sensación de que no queda tanto para que Rosalía se manifieste públicamente en apoyo a Palestina. No queda tanto porqué lo haga ella ni cualquier otra figura influyente que aún no lo ha hecho. La cosa es que no queda tanto por hacerlo porque no queda tanto para que Palestina haya desaparecido. No se tratará entonces de un gesto de valentía, tampoco de convicción: será fácil apoyar lo que no existe. Es lo que escribió el escritor egipcio Omar El Akkad en Twitter en octubre de 2023, con un vídeo adjunto de una Gaza destruida: "Un día, cuando sea seguro, cuando no haya inconvenientes personales para decir las cosas por su nombre, cuando sea demasiado tarde para exigir rendir cuentas a nadie, todo el mundo habrá estado siempre en contra".

La noche que leí el post de Miguel Adrover, me fui a dormir pensando si Rosalía estaría dando vueltas, como yo, a todo esto: ¿y si, de repente, el pensamiento nos hermanaba? ¿Y si la captura de pantalla del correo viralizada le había hecho reflexionar? ¿Sufriría? ¿Sentiría angustia? ¿Estaba considerando posicionarse? La pregunta es si todavía tendría algún tipo de sentido hacerlo. Ahora que de Gaza "casi no queda nada", con palabras de Trump, que alguien de perfil político conservador como Macron diga que reconocerá al Estado palestino este septiembre (con el 90% de la Franja en ruinas) es un indicador que quizás ya es tarde: que se acerca el día en el que defender a Palestina será tan fácil, tan obvio, como respirar. Habrá que ver entonces, como decía Audre Lorde, quien se arrepiente de su silencio.

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