Promesas de pisos
En 1982 el paro estaba por las nubes, al 16%, y los socialistas llegaron al gobierno español habiendo prometido que crearían 800.000 puestos de trabajo (como no lo cumplieron, corrió el chiste de que, en realidad, habían prometido “de 800 a 1.000” puestos de trabajo). Y ahora que el problema de la vivienda estalla en las calles con amenazas de no pagar los alquileres, el poder promete pisos. La semana pasada, Salvador Illa prometió 50.000 hasta el 2030, y este lunes Pedro Sánchez ha anunciado que ponía en marcha unas ayudas (que ya había anunciado en verano) y un reglamento para evitar fraudes en alojamientos turísticos y de temporada.
Van tarde, muy tarde. No es necesario tener las antenas muy afinadas para saber que la vivienda es el problema o, al menos, el resultado más peligroso de una secuencia en la que hay aumento de la población, pérdida de poder adquisitivo, devaluación de salarios combinada con sueldos extranjeros más altos que los locales, el ladrillo como refugio inversor, falta de parque público de vivienda y todos los posibles abusos con la legislación vigente. Estoy siguiendo de cerca el caso de una pareja joven que busca un piso de alquiler y todo lo que les han ofrecido son alquileres de temporada, y con inmobiliarias que querían cobrarles por la visita que en algunas ocasiones han hecho con más clientes a la vez.
El anuncio de las ayudas a los pisos coge a los socialistas embarrados con un nuevo caso de corrupción (y con el PP, mira quién habla, intentando convertir el caso Ábalos en el caso Sánchez) y el mismo día en que releemos el artículo en el ARA de uno de los nuevos premios Nobel de economía, que dice que la gente apoyamos a las instituciones democráticas "cuando experimentamos su capacidad para producir crecimiento económico, gobiernos sin corrupción, estabilidad social y económica, servicios públicos y bajos niveles de desigualdad" . Pues pobre democracia.