Hoy hablamos de
Francesc Candel
02/01/2025
Periodista i activista social
5 min
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"Dejar lo malo pero seguro

para buscar lo bueno pero improbable"

Los otros catalanes, Francesc Candel

Entre el alud de pésimas noticias que deja en el 2024, habrá que empezar buscando alguna buena. El 2025 será, oficialmente, Any Francesc Candel, con motivo del centenario del nacimiento del periodista en un rinconcito del País Valenciano, allí en las Casas Altas del Rincón de Ademuz, de donde migró con sus padres, primero hacia las barracas de Montjuïc y después hacia las Casas Baratas de Can Tunis. No podría ser más justo y necesario, más puntual y oportuno. , después de un año que ha sido Any Estellés –a pesar de la prohibición de Carlos Mazón, de la mano con Vox– y también ha sido Any Salvat Papasseit, recordando los que todavía guardan madera en el muelle y escupen al caparazón pelado de tantos cretinos. El Año Candel también podría ser el marco inmejorable, como reclama su hija María hace demasiado tiempo, para que su piso en el barrio de la Marina de Port. se dignifique como es debido de una santa vez y como casa-museo.

Malos tiempos, tiempos urgentes, para releer los buenos legados que nos dejó el bueno de Paco Candel. Porque sólo repasar la gracia innata que tenía por titular sus obras ya sirve para hacernos a la idea y obligarnos a recordar que las preguntas imprescindibles que se hacía ayer todavía no las hemos respondido hoy por completo. Y ahí siguen, abiertas:Donde la ciudad cambia de número, Los que no pueden seguir, Los que nunca opinan, Ser obrero no es una ganga, Han matado a un hombre, han roto un paisaje, Un ayuntamiento llamado ellos, Carta abierta a un empresario, La nueva pobreza, Un charnego en Senado y, sobre todo entre una cincuentena de obras y cientos de artículos y tal y como está el patio, Diario para los que crean en la gente. Los títulos impactan tanto en el estricto presente que parecen nuevos libros recién salidos de imprenta y retumban aquí y ahora.

¿Quiénes son, como viven, qué piensan los nuevos otros catalanes? ¿Cuántos y quiénes son los que no pueden seguir hoy bajo la voracidad carroñera del turbocapitalismo acelerado? ¿Quiénes son los que nunca opinan oa los que nunca les oímos la voz que Candel si les daba? Qué cartas a determinados empresarios escribiría hoy Paco –en Glovo, en el negocio turístico sobre las kellys de los hoteles, sobre las cuidadoras que nadie cuida? ¿Dónde cambia hoy la ciudad radicalmente su nombre? ¿En cuántos asentamientos metropolitanos? ¿En el nuevo chabolismo? ¿En las 1.384 personas que duermen al raso en las calles de Barcelona? ¿En cada desahucio del país que sigue encabezando el ranking de desahucios diarios? ¿Cuál es la nueva pobreza –la asalariada– de quien trabajando no llega a fin de mes o el 30% de la sociedad catalana en riesgo de exclusión social? ¿Quién ve todavía charnegos en el Senado y en el Parlamento? ¿Quién cree en la gente, todavía? Mil preguntas en cada título del libro. Una candela para cada duda. Y un Candel entero para una teoría decente, íntegra e integral, de país que todavía no somos.

Candel, sí, se arrancó en medio de la oscuridad de la dictadura con dietarios cotidianos –el gran dolor del mundo, lo llamaba– y del diariar –caminar y escribir, andar y observar día tras día como la única forma real de hacer el camino– hizo una cátedra de periodismo social a pie de calle. Nada podría estar más vigente que su anhelo revisidad por la plena integración de las personas migradas, en la divisa de la igualdad social y desde la firme convicción de los dos utensilios capitales de los que disponíamos para lograrlo: la escuela y la ordenación territorial. Es decir, la educación y la vivienda. Un solo pueblo, queríamos llamar entonces, reforzando un catalanismo popular democrático. Y lo queremos todavía, pero la metástasis de la desigualdad social escupe que sólo un 33% de la sociedad catalana vive bajo patrones de plena integración social, que un 37% lo va bajo una precariedad ininterrumpida y que un 30% vive bajo las diversas fisonomías del riesgo de pobreza y exclusión social. Tres países en uno, donde el mejor homenaje democrático y popular a Candel sería esbozar el país de un solo pueblo donde la inmigración es estructural, constituyente y esperanzador. Todo a la vez.

Mientras, de previa del año que vendrá, acaba de llegar a las librerías la novísima edición en catalán del libro, casi opera prima publicada en 1957: Donde la ciudad cambia de nombre (Libros del Siglo, 2024, con traducción de Gerard Bagué). Editan la obra los hijos de Manuel Costa-Pau, es decir, del editor de buena parte de la obra candeliana. Es decir, que la historia sigue. El libro le trajo varios quebraderos de cabeza: como escritor novel, no cambió los malos nombres reales de los personajes y, en el barrio, los que salían –y los que no– se rebelaron. De esto hizo otro libro en 1964: "¡ ¡Dios, la que se armó!Acedo Colunga, gobernador civil franquista, ordenó retirarla y los siniestros hermanos Creix se empeñaron sin conseguirlo. En los quioscos, en voz baja clandestina, se decía: "Tengo Candel, tengo Candel". trama de la obra es suficientemente conocida –cuando justicia y ley a menudo no casan: la comunidad de Can Tunis quiere hacer un funeral al que llevan el muerte en los hombros y la autoridad (in)competente quiere prohibirlo. Espóiler: la comunidad en resistencia gana. de tan local que es: que incluso bajo los regímenes más autoritarios hay dos cosas que nunca se pueden prohibir. Añadamos la respiración. Evidencia antropológica, social y política que las comunidades precarias a pie de vida tienen los propios códigos de dignidad, resistencia y convivencia, que tan a menudo tuercen el Poder desde la soberanía popular. digámoslo así–. Todo ata y religa.

Desde aquella literatura de frontera, de las afueras y de los desheredados, que tan bien retrataba lo que no querían hacernos ver y que siempre nos negamos a mirar; desde ese periodismo, donde los personajes nunca son de papel y siempre son de carne y hueso, habrá que pedirnos, a las puertas del invierno, por los nuevos catalanes y catalanas de hoy. Por los que no cuentan. Por los que no hablan. Sobre todo porque la salida democrática la trazó ya Paco Candel en medio de una dictadura: educación y vivienda que una democracia en crisis aún no ha resuelto. 2025: conciencia de Candel por el año que vendrá y, sobre todo, su empeño, el de siempre y el más antiguo, como un Jesús ahuyentando a los mercaderes de los templos. Aún esto. Aún ahí. Aquí y ahora. Antes no se acabe la candela para hacerlo mejor a fin de bien y sepamos evitar que todo vaya a peor. Buen solsticio –y feliz Navidad. Y siempre Candel–.

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