Contra la prostitución (no contra las prostitutas)

Eva Menor
23/05/2025
3 min

Por primera vez parece que nos llega una buena noticia de la consellera de Feminismo: que el Govern está trabajando para abolir la prostitución. Son intenciones, claro, y veremos en qué quedan, pero ya es mucho más de lo que hemos tenido en Catalunya en los últimos años: unas políticas regulacionistas que quieren presentarnos el llamado oficio más antiguo del mundo como una salida laboral más, un trabajo como cualquier otro. Ada Colau facilitó el trabajo a los proxenetas adoptando este posicionamiento y vendiéndolo como abierto e inclusivo. Al común de los mortales puede parecerles que este tema no va con ellos, que no tenemos nada que decir quienes no conocemos este mundo, pero la existencia de redes de explotación sexual y la impunidad con la que actúan representan una de las mayores vergüenzas con las que convivimos mientras nos llenamos la boca de igualdad y derechos humanos. ¿Podemos sacar pecho de sensibilidad social mientras haya personas que son compradas y vendidas, alquiladas por horas y sometidas a prácticas denigrantes y vejatorias? El PSOE hace ya tiempo que se comprometió a avanzar en el abolicionismo tal y como le han exigido las organizaciones feministas, pero la cosa va lenta porque, según decía Ana Redondo, tocar el tema de la prostitución siempre genera polémica. Los políticos que ponen frenos a estos avances tan necesarios en materia de igualdad ya nos explicarán por qué se solidarizan tanto con los proxenetas. Está claro que los casos de corrupción que se han destapado recientemente donde nunca faltan las "señoritas" demuestran que las resistencias a poner fin a esta ignominia deben de venir de dentro mismo del partido. En todo caso bienvenida sea la iniciativa de la consellera Eva Menor y esperamos que los resistentes piensen en las condiciones en las que viven las prostituidas y no en sus principios ideológicos y que no utilicen esta cuestión para marcar perfil partidista.

Hay que aclarar, porque se han difundido muchas ideas manipuladas sobre el tema, que el abolicionismo no es una persecución de las mujeres que ejercen la prostitución ni tiene voluntad de estigmatizarlas y hundirlas más en la miseria. El feminismo, por mucho que se haya repetido la mentira, no parte de un moralismo represor que quiere odiar la sexualidad de las personas sino que hace exactamente lo contrario: quiere liberar esta esfera de la intimidad de la atávica dominación masculina que se ejerce mediante el poder económico. No hay prostitución libre porque la puta feliz, como decía Amelia Tiganus, no existe, y no, no es como hacer de cajera en el supermercado, por mucho que nos lo repita Virginie Despentes. El esclavaje voluntario no empodera ni libera, aunque autores como la francesa nos insistan en el hecho de que es tan denigrante limpiar baños como aceptar penetraciones a cambio de dinero. La respuesta genial a esta visión degradante del trabajo que no distingue el "hacer" del "ser utilizadas" la dio también Tiganus: no es lo mismo fregar, dijo, que ser el estropajo con el que se friega. El abolicionismo prevé una persecución más decidida de los llamados "clientes" y de los locales que se lucran con la prostitución, no castiga a las explotadas y debería prever medidas de apoyo y ayuda para ellas y su reparación. La laxitud de la ley con esa parte oscura de la sociedad está permitiendo que crezca en todas direcciones, también en la explotación de menores y su captación a través de redes sociales. Debemos ser más contundentes contra la voracidad depredadora de quienes piensan que pueden comprar o alquilar mujeres y niñas. Mientras haya una sola mujer que pueda ser vendida como objeto no podremos decir que somos una sociedad igualitaria.

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