Protestas de y contra la extrema derecha

Este domingo, la extrema derecha española hizo su manifestación casi semanal en Madrid, increpando al presidente español Pedro Sánchez y todos aquellos que le acompañan en la ardua labor de desguazar España, con los habituales gritos ultrajantes: tiene los detalles a la crónica de Ot Serra en este diario. El interés en esta ocasión era ver qué papel jugaba el PP de Feijóo, incómodo cada vez que se le presenta una nueva foto de Colón, es decir, una nueva convocatoria de la extrema derecha para cerrar filas y marcar paquete populista y neofranquista (y por cerrar España, naturalmente). En esta ocasión, convocaba una cierta Plataforma por la España Constitucional y Feijóo quiso salir del compromiso por la vía de intentar contentar a todos: él no asistió, pero envió a Carmen Fúnez, vicesecretaria de organización de la formación, cosa que significa que el Partido Popular estaba a todos los efectos. Tampoco faltó una nutrida manifestación de quien es quien de la derecha ultranacionalista española, desde Abascal hasta Vidal-Quadras pasando por Alvise Pérez, el chico sorpresa, e incluso Marcos de Quinto, que mandó bastante dentro de Ciutadans. Hipocresía aparte, se entiende que estas manifestaciones dé pereza a Feijóo, porque quien sale reforzada siempre es Ayuso. Esta vez, con veinticinco mil manifestantes según la Delegación del gobierno español en Madrid, tampoco fue la excepción.

Más o menos a la misma hora, en Ripoll, hubo otra manifestación para protestar contra la decisión de la alcaldesa, Sílvia Orriols, de cerrar el Casal Popular La Metxa, espacio relacionado con organizaciones de izquierdas y anticapitalistas, con un pretexto sobre las ordenanzas municipales. La protesta fue mucho más de bolsillo que el de Madrid, al menos en cuanto al número de asistentes (entre los 300 según la policial local y los 1.500 según los organizadores). Pero no tanto por su relevancia, porque puede considerarse la primera protesta organizada por la ciudadanía contra Aliança Catalana, el primer partido de extrema derecha independentista que ha entrado en el Parlament. Sirvió para constatar la total falta de respeto de la lideresa Orriols contra aquellos que la confrontan: recogidos, totalitarios, pollosos o drogadictos fueron algunos de los improperios (del todo clásicos y casi canónicos, hay que decirlo) que la propia Orriols o la gente de su entorno dedicaron a los manifestantes desde X, o Twitter, otro espacio que la extrema derecha se hace cada día más suyo.

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Son las convocatorias de un día como habrá muchos en los próximos años. Los movimientos populistas, ultraderechistas o neofascistas son perfectamente conscientes de la importancia de la movilización de sus seguidores para conseguir sus objetivos. Todos aquellos que crean en la necesidad de defender la democracia deben también serlo. Es cierto que la democracia no puede darse por descontada en lugar de Occidente, y la calle no será el único espacio, pero sí uno de los más importantes, para defender su vigencia.