El PSC quiere estar a ambos lados de la mesa de diálogo
El PSC aspira a estar a ambos lados de una futura mesa de diálogo que aborde la cuestión catalana. Este es el espíritu de la jugada que ha llevado al hasta ahora ministro de Sanidad, Salvador Illa, a renunciar al cargo en plena pandemia para ser candidato del partido a la presidencia de la Generalitat en las elecciones más atípicas desde la recuperación de la democracia y que, en paralelo, ha situado Miquel Iceta de ministro de Política Territorial y Funció Pública con el encargo obvio de pilotar la difícil carpeta catalana. Se trata de una jugada diseñada por el mismo Iceta con el imprescindible aval de Pedro Sánchez. El presidente español debe de mucho al líder socialista catalán, que le apoyó cuando más difícil lo tenía dentro del PSOE. Y Sánchez ha acabado comprando a Iceta la doble estrategia que consiste, por un lado, en rebajar la tensión en Catalunya y, por la otra, en buscar la manera de romper la hegemonía independentista en el Parlament y la sociedad catalana. La misma idea de los indultos a los presos políticos, lanzada hace tres años por Iceta sin encomendarse en Ferraz, finalmente también ha sido adoptada por el presidente español. Pero en todo este juego estratégico, Sánchez también juega sus propias cartas: ya hace tiempo que busca un relevo en el socialismo catalán que le permita controlar de manera todavía más firme el PSC, situando a personas que le deban fidelidad directa.
Todo esto, en clave de partido. Pero el conflicto catalán no se puede abordar solo desde una perspectiva que, por muy legítima que sea, queda corta. El desencaje político de Catalunya es una cuestión histórica y envenenada que pide, desde el punto de vista del Estado, no sólo estrategia o tacticismo, para el cual Sánchez ha demostrado sobrada capacidad, sino valentía y proyecto. Y es aquí donde la apuesta socialista no queda clara, como tampoco lo está nada la de un gobierno español con dos visiones que claramente no coinciden: cuando Iglesias ve en Puigdemont un exiliado político, al PSOE se le ponen los pelos de punta. Y también cuesta saber en qué punto intermedio se sitúa un Iceta que en unos años ha pasado de hacer suyo el derecho a decidir a defender la aplicación del artículo 155 que dejó en suspenso el autogobierno.
El resultado de las elecciones catalanas, si finalmente se celebran este 14 de febrero, como ahora parece que será, sin duda condicionará la actuación del nuevo ministro de Política Territorial a la hora de abordar la carpeta catalana. Iceta es un político dialogante, pragmático, con una doble fidelidad: por este orden, en primer lugar al socialismo hispano y en segundo lugar a la tradición catalanista. Desde este punto de vista, su bagaje y talante son adecuados para poner en marcha una mesa de diálogo de alta complejidad que, para que sea realmente operativa, tendría que ir acompañada de auténticos gestos de distensión, del fin de la represión del independentismo. No será nada fácil. Pero ni el PSC es Cs ni Iceta es Arrimadas, y además el independentismo ha descubierto con dolor cuáles son sus límites y qué errores no puede volver a cometer. En todo caso, Iceta seguro que estará a un lado de la mesa, y el 14-F se decidirá quién se sienta al otro.